





En la última entrega de Podcasts encadenados, la de mayo, empezaba con una cita de Graydon Carter, editor durante muchos años de Vanity Fair. Una cita que, por cierto, usé mucho en The Podcast Show en Londres. Allí, por ejemplo, estuve charlando con el director de la sección de audio del festival de Tribeca, Davy Gardner, al que le comenté todo lo que había descubierto gracias a sus selecciones. Estuvo encantador y yo te confieso que estuve 50% profesional y 50% fan, pero casi no se notó. Me dio su tarjeta y me pidió que le escribiera. Me haría una ilusión tremenda asistir alguna vez, a ese festival.
A lo que iba. En The Podcast Show asistí a varios paneles, entre ellos uno con Gardner y Jemma Rose Brown, que dirige los Signal Awards, unos premios de la industria. El caso es que Brown, al recomendar un podcast para la audiencia, habló de Fashion Neurosis with Bella Freud. Me llamó la atención la pasión con la que lo recomendó y las cosas que dijo sobre él, y tan pronto como me metí en el avión de vuelta me puse a escuchar. ¿Y quién estaba de invitado en ese podcast? ¡Graydon Carter!
¿En qué consiste Fashion Neurosis? Para empezar te cuento que Bella Freud es la bisnieta del Freud que conoces, de Sigmund, e hija del que, a lo mejor, te suena menos, Lucien Freud. Además es diseñadora de moda. Estas tres características sumadas a que su programa es un videopodcast lo tenían todo para que yo saliera corriendo en dirección opuesta, lanzando los brazos al aire y gritando: «¡Otro podcast de famosos hablando entre ellos sin decir nada nooooo!», pero pero pero… resulta que Fashion Neurosis me ha gustado mucho.
Para empezar, hablemos del tema video podcasts. A mí no me gustan y no los consumo. Muy muy de vez en cuando puedo ver un Nadie sabe nada o un Sastre & Maldonado mientras estoy comiendo, pero nada más. Para mí el podcast es «eso que puedo hacer con mis oídos mientras mis ojos están ocupados» (James Cridland dixit). Si quiero ver algo, me pongo una serie. Además, los podcasts de charletas de famosos me repelen, me dan grima, me aburren. Siempre suenan a colegueo, a pasteleo, a «vente a mi show que lo vamos a pasar bien y nos echamos unas risas». No dudo que ellos lo pasen bien, pero para el oyente son aburridísimos y, además, la estética «relajada» con la gente repanchingada en unos sofás me chirría.
No hay nada de eso en Fashion Neurosis. El invitado está tumbado en un diván, mirando al techo, en la típica postura de terapia, y la cámara lo recoge en un plano cenital. Responde a las preguntas de Bella pero no puede verle la cara. Todo esto (la postura, las miradas que no pueden encontrarse, el plano cenital… ) elimina por completo el efecto colegueo convirtiendo la conversación, si no en una sesión de terapia, por lo menos en una entrevista un poco incómoda. Las preguntas se orientan desde la moda, pero permiten hablar de la vida. Por ejemplo, siempre empieza con: «¿Por qué has elegido la ropa que llevas hoy?», que puede parecer trivial pero que da para muchísimo. Hay otras como «¿Podrías enamorarte de alguien que lleva ropa o un estilo que te horroriza?» A primera vista pueden parecer tonterías, pero desde ahí, y he escuchado varios episodios ya, se desarrollan interesantes hilos de pensamientos. Puedes empezar por el episodio de Graydon Carter y así lo descubres, o por el de Zadie Smith o el de Julianne Moore. Hay mucho por donde elegir. Por supuesto, vale con que veas un ratito del video y luego te pases al audio.
En español ha vuelto (De eso no se habla), con Isabel Cadenas Cañón y todo su equipo. Esta nueva temporada se titula Se llamaba como yo y, al igual que en Lunáticas, es una serie cerrada que cuenta una única historia: la de Begoña Urroz y su familia. También como en Lunáticas, Isabel vuelve al País Vasco a descubrir silencios de la mano de sus protagonistas; pero aquí, además, se lanza (¿se sumerge?) en eso que llaman «el problema vasco». Begoña Urroz murió abrasada por una bomba en la estación de Amara en San Sebastián en 1960. Tenía 22 meses. Era de Lasarte. Unos años después, sus padres tuvieron otra hija a la que también llamaron Begoña, y es esta Begoña a la que Isabel dedica la serie y con la que ha pasado horas para, partiendo de su caso particular, retratar el relato que del terrorismo de ETA se hizo a principios del siglo XXI.
Isabel Cadenas es una de las personas más perfeccionistas con las que yo he trabajado y es también una de las que más sabe de audio en España. Formalmente Se llamaba como yo es un podcast complejo, denso, incómodo, que obliga al oyente a replantearse asunciones intelectuales, auto lecturas sobre el terrorismo y silencios. Y también, como siempre, los detalles están cuidados al máximo, pero llevo escuchados seis episodios y para mí hay cosas que no funcionan. En el club de escucha siempre hablamos del propósito del podcast. Esto no es algo que el oyente tenga que construir, tiene que estar claro en el planteamiento. Esto no quiere decir que tenga que ser explícito, aunque puede serlo, pero tiene que estar de alguna manera presente. Muchos podcasts naufragan porque el creador no lo tiene claro desde el primer minuto y entonces se lanza a construir sin un propósito nítido, encadenando narración y grabaciones. Como yo lo veo es así: el propósito del podcast son los cimientos del proyecto. Sin ellos puedes construir algo, claro que sí, pero será endeble y se caerá a las primeras de cambio. Sin embargo, si los cimientos son consistentes lo que construyas puede gustar o no, pero al menos se sostendrá. Ahora mismo, después de escuchar seis episodios estoy todavía esperando entender cuál es el de Se llamaba como yo. Además, tengo un problema con la voz narrativa elegida por Isabel. Es una decisión estilística muy personal que entiendo, pero que a mí no me funciona, y estoy haciendo una encuesta a mi alrededor, con oyentes, para saber qué opinan de esa decisión. No te la cuento, si lo escuchas, sabrás de qué hablo. Ven a contármelo.
Por supuesto que recomiendo muchísimo escuchar Se llamaba como yo. Siempre siempre siempre se aprende algo con Isabel. Y, por cierto, mención especial a la música original de Maite Larburu y Vega Montero, que es maravillosa. Tengo mucho interés en que lo escuches y lo disfrutes.
El domingo 13 de julio, tendremos la última sesión del curso del Club de Podcasts Encadenados y justamente comentarios Se llamaba como yo. Te animo a que te apuntes porque estoy convencida de que será interesantísimo. Si te suscribes podrás desde ya participar en el chat donde ya estamos comentando.
En español también me lo estoy pasando muy bien con El capitán y el brazalete de esmeraldas, de La No Ficción y Peripecia. A mi el fútbol no me interesa nada pero, de vez en cuando, encuentro encanto en las historias que tangencialmente tienen que ver con él. En este caso, esta producción colombiana cuenta la historia de cómo en 1970 el capitán de la selección inglesa de fútbol fue acusado de robar un brazalete de esmeraldas en Bogotá. Los británicos estaban allí jugando unos partidos preparativos para el Mundial de México, que empezaba en unos días y para el que eran uno de los máximos favoritos. Por supuesto, la acusación desató una crisis diplomática entre Colombia e Inglaterra que no puedo contarte cómo se resolvió porque todavía no ha terminado de publicarse.
La serie tiene la solvencia narrativa de todo lo que hace La No Ficción y funciona mucho mejor que su anterior trabajo, La trama. La serie pretende contar el caso del robo, pero también retratar cómo era el fútbol y, por ende, las sociedades colombiana y británica hace 55 años. En ese aspecto, el primer episodio es fabuloso porque pone en contexto todo lo que se va a contar y, además, sitúa al oyente en ese punto, en los primeros setenta. Está tan bien contado que hasta lo ves en blanco y negro o con ese grano que tienen las fotografías en color de esa época. Resulta casi tierno ver cómo era el fútbol en aquellos años, cómo se veía desde Inglaterra a países como México o Colombia. Cuando los ingleses viajaron a México para prepararse para el Mundial llevaron toneladas de comida, agua y hasta un autobús y un chófer porque no se fiaban de los mexicanos. Es fascinante también escuchar las distintas visiones del incidente. Por un lado los ingleses y por otro los colombianos. Como te he dicho antes, me lo estoy pasando genial escuchándolo. Quiero mencionar también el buenísimo trabajo de narración que hace Félix de Bedout, demostrando que aunque tú no hayas investigado o escrito la historia, si lo trabajas puedes ser un host perfecto. El capitán y el brazalete de esmeraldas es ideal para escuchar en el coche en vacaciones.
En español también se estrenó hace poco más de un mes la segunda temporada de La segunda muerte del Dios Punk. Su creador, Nicolás Maggi, dió una charla interesantísima en Estación Podcast sobre el proceso de creación de esta serie, su intrahistoria. En 2022 la historia de Javier Messina me impactó muchísimo. Fue acusado por una joven de haber intentando envenenarla con burundanga en un autobús en su ciudad, Rosario, y a partir de ahí se montó un escrache público que acabó meses después con el suicidio de Messina. La primera temporada comenzaba con la muerte de Javier para desde ahí, y a partir de múltiples testimonios, reconstruir los últimos meses de su vida. Maggi conseguía además que una historia muy local tuviera una resonancia mundial al hacer al oyente reflexionar sobre la facilidad con la que emitimos juicios y valoraciones partiendo de tuits, posts, fotos o testimonios en redes sociales. Esta segunda temporada, que tiene 13 episodios, es una precuela. Me ha gustado, pero menos que la primera parte, que te animo a escuchar. Para mí es demasiado larga y tiene un bajón de ritmo en el medio, como oyente sientes que la historia se estanca. ¿Quién era Javier antes de convertirse en el Dios del Punk? El acierto de empezar con la novia, su historia familiar, la increíble escena en la que él se da cuenta de que su padre tiene una novia, el colegio, los amigos… todo avanza como un torrente, cogiendo velocidad. Pero cuando llegamos a los episodios del punk se transforma por unos episodios en un documental de música, con gente entrando y saliendo de la composición de los grupos… que acaba resultando, no te voy a mentir, tedioso. Es una pena porque luego, en los episodios finales, remonta y los dos últimos son muy potentes, pero creo que con 4 episodios menos hubiera sido mejor. A nivel de concepto, me gusta pensar en la primera temporada como un hecho local, algo de Rosario, sobre lo que Maggi hizo zoom out para apelar a audiencia universal y que todo el mundo reflexionara sobre el tema de las acusaciones, los escraches y demás. Esta segunda temporada es un zoom in que quizá se va demasiado a lo micro. Ya lo pensé en 2022, pero el padre de Javier es, sin duda, el protagonista de la historia.
En una sección de breves:
El episodio Postales de un viaje de fin de curso, de Esto merece una explicación, me ha gustado bastante. La historia atrapa desde el primer momento y, aunque no comparto la decisión de contarla en presente, la narración de Juanjo Cubero atrapa y vas a escucharlo hasta el final.
Ha vuelto uno de mis podcasts favoritos, Heavyweight. Tiene una nueva productora (la de Malcom Gladwell, Pushkin Industries) y ha comenzado a publicar pequeños episodios y actualizaciones de episodios antiguos. Te recomiendo que escuches Returns and Reformers, en el que las dos productoras del programa cuentan historias personales. Una de ella es la reina de las reclamaciones (como yo) y la otra odia el deporte (como yo también). El episodio/ensayo de Jonathan Goldstein, host principal del show, contando cómo al quedarse sin trabajo el año pasado decidió dejar de beber me ha impactado mucho. Es un ejercicio muy sincero contando su dependencia del alcohol y cómo ha vivido el dejarlo. Se titula A Sobering Thought.
Unravel. Snowball es un podcast de 2019 que cuenta la historia de una megaestafadora. Siempre a favor de las historias de estafadoras, que para mí tienen algo de hipnótico que me hace engancharme a todas. En esta ocasión es una tipa americana que se casa con un neozelandés y se las apaña para desplumar a toda su familia. No te estoy destripando nada porque eso se cuenta en el minuto 1. La gracia está en que, años después, el hermano del estafado se pone a perseguir la historia, a intentar saber qué ocurrió, quién era ella, etc. Muy entretenido. Eso sí, para un nivel muy alto de inglés, porque el acento neozelandés es complicado.
No ha estado mal la cosecha de este mes. Tengo en cola esperando la nueva serie del New York Times y todo lo presentado en el Festival de Tribeca. Te lo iré contando en los próximos meses. Recuerda que en esta lista tienes todas las recomendaciones y, por favor, si escuchas algo ven a contármelo. Me hará ilusión.
Como parece que te gusta leer Cosas que (me) pasan me animo a preguntarte si has pensando en suscribirte. Si te suscribes hoy, tienes una semana gratis para probarlo todo y ver si te merece la pena. Me encantaría que lo hicieras y te lo agradecería infinito. Tendrías acceso a la newsletter extra del último domingo del mes, al club de escucha y al chat. Si, además, te haces miembro fundador, piénsalo ¿cuándo has sido fundador de algo?, hasta recibirás una carta manuscrita y varias tarjetas necesarias para tu vida con frases como “Me quiero ir a casa a leer” o “Desde tan abajo no explico”. ¿Cuándo fue la última vez que abriste el buzón y había una carta para ti?
Estupendo, ya tengo más para alimentar mi "podcast addict".