La primera vez que fui a casa de Juan Tallón me puse a bichear en su librería, cotilleé para ver qué le pedía prestado y, como no me decidía, él vino y me dijo: «¿Has leído a Juan Gabriel Vásquez?» «No», le contesté. «Pues entonces llévate éste», me dijo mientras me daba Volver la vista atrás.
Un año después, mientras yo le preguntaba si había leído El ruido de las cosas al caer, también de Vásquez, me comentó: «No sé a quién le he dejado Volver la vista atrás y no me lo ha devuelto». En ese momento yo me podía haber callado, pero como, en el fondo, soy buena, le dije: «¡A mí! Y pensaba devolvértelo este año, cuando vuelva a tu casa». Confesaré aquí que la segunda parte de la frase es mentira, mi idea era quedármelo porque, en mi interior, yo juraría que Juan me lo había regalado. Pero, en fin, se lo devolví. Y, como dicen los buenos de espíritu, mi buena acción fue recompensada, porque en diciembre fui a ver a Antonio Asensio con Juan Gabriel Vásquez en una charla que tuvieron sobre El corazón de las tinieblas y aproveché para comprarme Volver la vista atrás y que Vásquez me lo firmara. En persona, el autor colombiano me pareció encantador, inteligentísimo, dulce, brillante y divertido, y me hubiera pasado horas escuchándole hablar de lo que fuera.
Los nombres de Feliza es su nueva novela y me lancé a ella en cuanto salió. No sé si definirla como una novela de no ficción o una no ficción novelada en la que Vásquez da forma a una historia que le ha obsesionado durante 27 años, desde el día en que leyó «Feliza Bursztyn murió de tristeza» en una columna en la que García Márquez contaba la muerte de su amiga el 8 de enero de 1982 mientras cenaban en un restaurante ruso en París. Vásquez no sabía quién era Feliza ni si es posible morirse de tristeza o era una licencia poética de Gabo. Durante 27 años, en París y en Colombia, persiguió el rastro de Feliza para intentar conocerla. Habló con su marido, Pablo Leyva, ahora octogenario, leyó artículos, cartas, informes, volvió a los lugares en los que ella vivió, trabajó, se enamoró y sufrió, para reconstruir su vida y los hechos que le provocaron la tristeza que, según García Márquez, la mató.
«Pablo solo quería decirle que no se preocupara por él: que no añadiera a sus propias tristezas la tristeza de Pablo, que abdicara de esa responsabilidad pesada que es el bienestar del otro. Pero tal vez nada parecido le pasaba por la mente a Feliza en esos momentos. Lo malo de querer tanto a una persona es creer que la conocemos: la ilusión de saber lo que piensa y lo que siente a cada instante, el espejismo de entender sus demonios y sus pesadillas igual que entendemos las nuestras. Esa había sido una de las grandes lecciones de vivir con Feliza: no es necesario poseer el pasado del otro para vivir su presente»
La vida de Feliza merece un libro y seguramente una película. Vásquez la reconstruye con lo que puede e imagina el resto de Feliza como mujer, como artista, hija, madre, amante, amiga, para intentar entenderla. A mí me ha recordado muchísimo a Leila Guerriero en la obsesión por los detalles, por entender, por comprender, por abarcar cada mínimo aspecto, pero imagina y novela mucho, y por eso no es «Leila». Los nombres de Feliza me ha gustado menos que Volver la vida atrás y El ruido de las cosas al caer y creo que ha sido porque el equilibrio entre la reconstrucción cronológica de la vida de Feliza y la descripción detallada de sus últimos días en París no acaba de funcionar del todo. La sucesión de los capítulos le da al libro un ritmo raro que impide que fluya con la naturalidad como lo hacía en Volver la vista atrás, por ejemplo, en donde sí resultaba. A pesar de esto, Los nombres de Feliza se lee con gusto porque Vásquez es un grandísimo escritor. Antonio Martínez Asensio siempre dice que acabará ganando el Nobel. Ojalá viva para verlo.
«Y Feliza pensaba que esto debía ser la felicidad. Que alguien nos mire como si nos tuviera que hacer de barro».
María Gainza en Hotel Jorge Juan mencionaba La radio puesta, un librito muy breve de su amigo Javier Montes. Hablaba con tanto entusiasmo de él que, a pesar de que yo no soy una gran amante de la radio, me interesó tanto como para buscarlo en Wallapop y comprarlo. Lo leí según me llegó y no me gustó nada. Es repetitivo, con 2 ó 3 ideas interesantes, pero insuficientes para sostener las 96 páginas del libro o mi interés. Yo no soy ni he sido nunca una gran escuchante de radio, no tengo recuerdos asociados a ella más allá de las mañanas de mi infancia durante los 80, en las que de camino al colegio escuchaba Los Porretas en el coche de mi padre. Eran otros tiempos, mi hermana y yo compartíamos el asiento del copiloto mientras mi hermano iba detrás, mi padre fumaba apoyando el codo en la ventanilla abierta y donde ahora están las espantosas Torres Kio había un tiovivo.
«La radio es café sonoro: poco a poco, con cada sorbo, aviva la conciencia, reanima la memoria, despierta el sentido del humor, la imaginación, la capacidad y las ganas de hacerse ilusiones o desesperar de la vida: nos sitúa de nuevo en ella y la ancla a nosotros».
A lo mejor a alguien muy enamorado de la radio le encanta, pero tengo mis dudas. Como he dicho antes, hay dos ideas buenas y mucha nostalgia.
«La radio acompaña. Como acompaña el fuego de una chimenea, como el ruido de la lluvia en el tejado o del río frente a la casa aquel día en que el ruiseñor vino de visita. Radio, fuego, río, lluvia: esas cuatro cosas tienen en común que no necesitan nuestra atención: suenan, arden, fluyen solas. Sabemos que podemos desatenderlas sin miedo a no encontrarlas luego en su sitio, desengancharse y reengancharnos a ellas a voluntad».
El astronauta de Bohemia, de Jaroslav Kalfar, llevaba en mi estantería muchísimo tiempo, me miraba desde su balda como diciendo «¿me vas a leer algún día?» Y el día llegó y la sorpresa que me llevé fue mayúscula porque me encontré esta frase: «Regalo del Día de la Madre. Mayo de 2017»
¿8 años en la estantería? ¿Me lo regalaron las niñas? ¿Cómo lo eligieron?
Me entró mucha ternura por esos tiempos en que mis hijas todavía me hacían regalos por el Día de la Madre y se preocupaban de comprarme lo que más me gusta, así que decidí que era el momento.
Me ha gustado mucho, muchísimo más de lo que esperaba. Es una novela de ficción, con toques de ciencia ficción y viajes espaciales, que no tiene mucha más pretensión que entretener, pero que funciona muy bien. He dicho toques de ciencia ficción porque el protagonista es Janus, un astronauta checo elegido para explorar e investigar una nueva nube de polvo púrpura que rodea la atmósfera terrestre. Por supuesto, y como en todas las naves imaginadas por el hombre, ocurre algo extraño que acabará llevándole de vuelta a la Tierra, pero no como el héroe que siempre imaginó sino como un desaparecido. A este elemento de ciencia ficción se suma la historia de Janus desde su infancia en la Checoslovaquia comunista con un padre muy afecto al régimen, pasando por el comienzo de su adolescencia cuando el comunismo cae y todo cambia a su alrededor. Hay también una historia de amor, otra de venganza, una reflexión sobre el nacionalismo, sobre el valor de los recuerdos, sobre la herencia que acarreamos por las acciones de nuestros padres, pero hay, sobre todo, una novela que funciona muy bien. Una novela que te atrapa desde la primera página y en la que quieres saber todo el tiempo qué va a ocurrir, qué le pasará a Janus, cuál es su vida.
«Qué curioso – dijo ella–. Hace poco, alguien dijo por la tele que el desempleo hace infeliz a las personas porque sus vidas pierden su significado. También dijo que el trabajo es una fuente de placer con sentido. ¿De qué va ese tío? El café es placer. El melón bañado en vodka y el teatro. Despertarse con un mechón de pelo de tu amante en la boca. Todo eso es placer. Dime: si los robots nos hicieran todo el trabajo, ¿crees que estaríamos hundidos en la depresión o haríamos pactos de suicidio? Si sólo tuviéramos que fijarnos en el Arte, pasar el día escalando montañas o buceando en los océanos, con dinero y saciados porque nuestros robots hacen que tengamos las necesidades cubiertas, ¿estaría el mundo infestado de chiflados disparándose unos a otros porque sus vidas carecen de sentido? Dicen que la dignidad depende del dinero. Así que se supone que alguien con un trabajo decente ha alcanzado el nirvana. Según la teoría de este hombre, se supone que yo tengo dignidad porque respondo al teléfono en la recepción de un hotel. Pues aquí estoy, y no veo la dignidad por ninguna parte, borracha y divagando con un desconocido».
Sí, El astronauta de Bohemia me gustó muchísimo. Echo mucho de menos que en castellano haya novelas de ficción de verdad, no falsas ficciones para que la gente cuente su vida o sus traumas o las dos cosas a la vez.
Y ya está. Tres libros en marzo, no ha estado mal. Como siempre, si lees algo de lo que comento, cuéntamelo. Si es algo sobre marzo, sobre leer, sobre regalos del día de la madre, sobre señoras estilosas que son portadas de libros que protagonizan, sobre la radio, sobre astronautas, sobre Bohemia… lo que sea. Cuéntamelo.
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Siguiendo tu recomendacion estoy leyendo "Empeñados en ser felices..." Es un hermoso libro, para leer despacio e intentar no saltar a internet a buscar las referencias. Gracias por la recomendacion !
Yo me he leído una mujer afortunada y me ha requetechiflado. Lo recomendó Lo en las nubes y lo encontré de chiripa en la biblio y la afortunada fui yo. Creo que te gustará mucho. Aún no me he leído invierno (está en mi balda de pendientes) pero intuyo que el ambiente es similar. Me anoto los libros que comentas, me encantan tus comentarios en lecturas encadenadas! es la entrega que más me gusta de todas!