Viví durante 26 años en la calle Vicente Gaceo nº 17, una calle redonda sin ningún sentido cuyo primer número era el nuestro, el 17. ¿Dónde estaban los anteriores? No lo supe nunca y jamás conocí a nadie que lo supiera. Nuestra casa daba justo a una frontera. Era, salvando la distancias, como vivir mirando al muro de Berlín. Si me asomaba a nuestra terraza, a mano izquierda, justo al otro lado de unos edificios estaba el Paseo de la Castellana, con casas de viviendas militares hasta la Plaza de Castilla. Enfrente estaba la calle San Aquilino, que hacía las veces de Muro de Berlín porque a su izquierda desde nuestra casa se abría La Ventilla, un barrio de casas bajas que era casi un pueblo. Mi casa, que estaba en medio de esos dos mundos, tenía en los bajos del edificio una peluquería de barrio con el frente forrado de azulejos rosas y el ultramarinos de Ángel que atendía el susodicho y su mujer. Era un local estrechísimo, forrado de estanterías hasta el techo, al que sólo bajábamos a comprar cuando a mi madre le faltaba algo: no hacíamos compra grande allí porque mi madre era «moderna» y hacía la compra para todo el mes en un hipermercado. Al otro lado del portal, a la izquierda (Ángel estaba a la derecha), había un bar. No recuerdo cómo se llamaba, pero lo atendía un matrimonio y él se llamaba Aníbal. Era un bar que a nosotros, a mis hermanos y a mí, nos daba pánico. No sabíamos, por entonces, qué era el hampa y seguro que allí todos eran trabajadores encantadores, pero el aspecto del bar nos daba miedo y nunca queríamos bajar a comprarle tabaco a mi padre. Un poco más allá estaba el bar La Fuentona. Este local ya daba al Paseo de la Castellana y tenía otra luz, otra amplitud: a ese lado todo era menos siniestro.
He leído varios libros de Annie Ernaux (no recuerdo muchos los títulos pues los leí en francés y no siempre coinciden). Al principio me fascinó, ese relato de mujer desclasada, de origen humilde y vida de burguesa intelectual. Luego me di cuenta de que todos sus libros cuentan lo mismo (quizás por eso ni recuerdo los títulos). Me gusta, pero es repetitiva. Me llama la atención que cuenta aspectos muy truculentos de su vida privada que no sé si yo los contaría.
Me los apunto. De Lorenzo me encantó Los asquerosos. Creo que con ese libro vas a disfrutar un montón.
Yo también tengo que tirar de mis listas de libros leídos porque, aunque no he tenido depresión, mi memoria no me es de mucha ayuda. Me ocurre lo mismo con las películas. 😅
Muy entretenido, yo ahora he cogido el libro del invierno que recomendaste, pero se me ha juntado con la Estación de Jacopo de Michelis (novela negra, interesante) e igual tengo que darle de baja al invierno y retomarlo más tarde, pero el comienzo me ha gustado.
Gracias por tus recomendaciones de lecturas. Leí La vergüenza hace algunas semanas y me sentí tan identificada con esa vergüenza adolescente. Menos mal que según vas cumpliendo años va desapareciendo. 😀
Gracias, por todo.
Si alguna vez dudas o te da pereza seguir escribiendo, recuerda que a muchos nos ayuda leerte.
He leído varios libros de Annie Ernaux (no recuerdo muchos los títulos pues los leí en francés y no siempre coinciden). Al principio me fascinó, ese relato de mujer desclasada, de origen humilde y vida de burguesa intelectual. Luego me di cuenta de que todos sus libros cuentan lo mismo (quizás por eso ni recuerdo los títulos). Me gusta, pero es repetitiva. Me llama la atención que cuenta aspectos muy truculentos de su vida privada que no sé si yo los contaría.
Me los apunto. De Lorenzo me encantó Los asquerosos. Creo que con ese libro vas a disfrutar un montón.
Yo también tengo que tirar de mis listas de libros leídos porque, aunque no he tenido depresión, mi memoria no me es de mucha ayuda. Me ocurre lo mismo con las películas. 😅
Muy entretenido, yo ahora he cogido el libro del invierno que recomendaste, pero se me ha juntado con la Estación de Jacopo de Michelis (novela negra, interesante) e igual tengo que darle de baja al invierno y retomarlo más tarde, pero el comienzo me ha gustado.
Gracias por tus recomendaciones de lecturas. Leí La vergüenza hace algunas semanas y me sentí tan identificada con esa vergüenza adolescente. Menos mal que según vas cumpliendo años va desapareciendo. 😀