Clara ya está en Estados Unidos. No es el mejor momento para estar allí pero era su plan, su decisión y allí que se fue el viernes con una maleta que milagrosamente solo pesaba 22’200 Kg, una maleta de mano con cosas de emergencia por si la grande no llegaba y una mochila con la que creo que podría sobrevivir los tres meses. Ya está allí instalada. Va a vivir en una cabañita dentro de una propiedad más grande. Comparte casa con una amiga.Tienen bicis y cascos para ir a trabajar al restaurante que las ha contratado y empieza justo hoy, domingo 15 de junio.
Ayer, al levantarse, me llamó para enseñarme la cabañita y quejarse porque llovía y no tenía claro qué hacer con su día. «¿Está limpia la casa?» «Bueno, sí. Más o menos. Una vez a la semana vendrán a limpiar el salón, la cocina, el porche y el baño» «Lo que podéis hacer es poneros a limpiar vosotras, quitad los cuadros que nos os gusten, ordenadlo todo como mejor os parezca. Haced la casa vuestra, que os guste».
Por la mañana yo estuve en Orbela, terminando de vaciarla por completo. Pedí ayuda a mis hermanos para sacar los últimos muebles del piso de arriba. Como siempre tuvieron una idea genial. ¿Para qué cargarlos a pulso por la escalera cuando podíamos tirarlos por la ventana al jardín? «Chris Stevens estaría orgullosísimo de nosotros. Solo nos falta la catapulta»1 Una cama, una mesilla, un sofá... Nos enviciamos y menos mal que nos frenamos antes de empezar a tirar lámparas y apliques. Los restos de los muebles acabamos de destrozarlos a martillazos y después, los cargamos en el coche para bajarlos al punto limpio donde ya me conocen por mi nombre. El sofá fue sometido a juicio como en un buen programa americano de reformas. ¿Vas a amarlo o vas a venderlo? Decidimos no tirarlo porque tras caer desde un segundo piso y no haber sufrido ningún desperfecto se había ganado nuestro respeto. Valoramos si dejarlo en el jardín para que los obreros se sienten a almorzar. «Ana, un obrero feliz es un obrero que te conviene». Pero como es de elegante eskai de ese que si se calienta puedes freír huevos en él, lo dejamos en el cobertizo.. Tras meses persiguiendo al chatarrero conseguimos también cazarlo y que se llevara dos lavadoras, unas estanterías mugrientas y un somier.
Descolgué cinco espejos que me voy a quedar. Cada uno cuenta una historia. Hay uno biselado con un óvalo pintado en blanco que colgaba en la pared de la habitación que será mi cuarto. En el piso de arriba, apoyado sobre un cabecero de elegante polipiel granate con tachuelas doradas, había uno con forma de arco trilobulado que desde el primer momento imaginé como espejo de mi futuro baño. En esa misma habitación, y tapando una ventana con candado que da al sobrado del tejado, había otro espejo con pinta de tener más años que yo. Está mellado en una esquina y pegado a una tabla de madera. Todavía no sé donde voy a colocarlo, pero me gusta. Y otro con forma trapezoidal y marco de madera también ha sido salvado. De las lámparas, todas van a caer en la demolición. Le pedí a mi hermano me descolgara una de tulipa azul: «Ana, esto es horrible. No lo vas a poner en ningún sitio», refunfuñó mientras se subía a la escalera. Encontré un par de lámparas de cristal tallado con pie y la etiqueta de LAGUNA Mueble Auxiliar y Lámparas todavía colgando. Estaba el precio: 7200 pesetas. 43 € de la época. ¿De qué época? Cualquiera sabe. Pueden ser de los ochenta o así. Con estas lámparas pasó algo curioso. Lo comenté en mi cuenta de Instagram y una seguidora me mandó un mensaje diciéndome que el padre del mejor amigo de su hijo era el hijo del señor Laguna, el hombre que había montado la fábrica. Le había enseñado mi vídeo y le había confirmado que era uno de sus diseños. Tenía dudas sobre si quedarme o no esas lámparas, pero esta serendipia decidió su futuro: estarán en Orbela. Con pantallas nuevas, pero estarán. Se quedará también una mesa redonda que se abre hasta ser ovalada. Y un suelo de losetas con un dibujo de geométrico de cuadrados negros, blancos y granantes que usaré en la cocina. Regalaré o venderé una colección de periódicos deportivos antiguos, de los años 70. Quizás los done a la biblioteca del pueblo. Lo intentaré. También ayer quité hierbas, corté rosas pochas, arranqué zarzamora y traté de, al menos, limpiar un poco el camino de entrada de las hierbas descontroladas que crecen por doquier.
Clara me volvió a llamar al cabo de un rato. Quería enseñarme cómo habían limpiado y ordenado. Los cuadros que habían descolgado y escondido. La alfombra recogida en una esquina. El armario ordenado, la nevera organizada, los cacharros colocados con sentido. El porche limpio, listo para sus comidas. «Vamos a comprar un mantel y flores. Está mucho mejor ahora. Mamá, gracias por la idea. Ahora ya es nuestra casa».
En Orbela ya está todo listo para empezar la obra. Todo listo para que empiece a ser, también, nuestra casa.
En caso de que no hayas pillado la referencia. Chris Stevens es el locutor de radio en Cicely, en Doctor en Alaska. En un episodio memorable construye una catapulta y lanzan todo tipo de cosas con ella.
En mi Orbela junto al mar están los antiguos propietarios en una foto. Eran muy jóvenes, en Roma, desde q entramos por primera vez supimos q esa fotografía iba a quedarse. Siento q es una forma de que sigan en la q fue su casa y una forma de honrar el tiempo q la disfrutaron como ahora lo hago yo.
El conservar algún mueble y objetos de la antigua vida de la casa es genial. "Honras" un poco su historia, además de darle carácter y ser divertido encajandolo en su nueva vida y tu estilo.