Esta semana toca despelleje. Habitualmente son de pago pero este lo dejo en abierto porque es casi servicio público. Prepárate que me ha salido largo, había mucho que despellejar. Vamos a ello.
Hace varios años juré que no iba a leer nada que viniera respaldado por cánticos de «el mejor libro del año», pero la carne es débil, la presión es mucha y a veces vuelvo a cometer el mismo error. El de este año se titula A cuatro patas y, cuando me lo encontré en La Guarida, pensé: «Venga, que no he leído nada de Miranda July».
Voy a empezar diciendo que no os compréis este libro, que no lo leáis , que no os acerquéis a él ni con un palo, pero si alguien quiere arriesgarse pensando que soy una exagerada, le mando mi ejemplar a la primera persona que se suscriba a la newsletter para el año completo y que quiera el libro, claro.
Tengo también que señalar que A cuatro patas no está ni de lejos al nivel de Cien noches ni de otros engendros por el estilo que he leído a lo largo de los años. La primera parte de la novela, si bien desconcierta porque no sabes bien a donde va con lo que cuenta, tiene un pase. Es más, engancha mucho, quieres seguir leyendo para ver que pretende July presentándote a un personaje principal tan idiota. Luego, justo a la mitad, la novela se despeña por el ridículo más asombroso y te das cuenta de July tampoco tenía ni idea de a dónde iba y decidió, como Telma y Louise tirarse por el barranco del bochorno (July, no Thelma y Louise) y fiarlo todo a que el lector le siguiera el juego. Como siempre, lo que más me fascina de estas novelas tan horribles es que consigan publicarse. Empiezo a sospechar de los editores...pero esa conspiración ya la explico otro día.
Ahora al despelleje que, por supuesto, está lleno de spoilers.
A la protagonista la vamos a llamar La Artista porque no tiene nombre y porque unas ciento cincuenta veces se menciona su arte. ¿Cuál es su arte? Pues no se sabe, en la contra la definen como “una artista medio famosa” y por lo que se cuenta en la novela, su arte puede ir desde la escultura, la fotografía y la pintura hasta los manteles de macramé con las caras de las mascotas de tu familia muerta, los collares de macarrones o la habilidad para construir la Torre Eiffel con pinzas. Para el caso da igual.
La Artista tiene cuarenta y seis años y está casada con Harris, un hombre normal, productor musical y uno de los dos únicos personajes de toda la novela que tiene algo de sentido. Tienen un hije, Sam, de edad indeterminada. No sé si tiene 7 o 12. Y parece que ni La Artista ni Harris lo saben porque unas veces le tratan como si gateara y otras como si ya fumara porros. Tampoco tiene importancia. Toda la historia comienza cuando La Artista tiene que ir a Nueva York por algo de trabajo, no sé sabe a qué así que yo voy a fantasear con que va a visitar centros de mayores a enseñarles a hacer el Empire State con cápsulas de Nespresso. Cuando está organizando el viaje, en una fiesta, escucha que Harris está contando que para él, las personas se dividen entre los Conductores y los Aparcadores. Un Conductor «es capaz de mantener la concentración y el compromiso incluso cuando la vida es aburrida. No necesita que le aplaudan por cada nimiedad, le hace feliz acariciar a un perro o pasar un rato con su hijo y eso le basta». El Aparcador «necesita de una tarea discreta que parezca irrealizable, algo que exija la máxima concentración y que pueda ser motivo para el aplauso. [...] El resto del tiempo se aburre como una ostra y se siente básicamente decepcionado.» Ya he dicho que Harris es un personaje interesante.
Bueno, pues La Artista que tú ya sabes en la página 20 que es una Aparcadora como una casa y que necesita que todo el planeta esté pendiente de sus mierdas todo el tiempo, decide que no, que ella no puede ser tan obvia y que va a ser Conductora así que para ir a NY va a atravesar el país conduciendo. Una semana para ir, otra para hacer sus cursos de macramé con gomas del TEMU y otra para volver. Harris, que sospecho no ve el momento de perderla de vista, se lanza a apoyarla en su plan. Le mira las ruedas, el nivel del agua, le enseña la ruta, le regala un mapa... Vamos que le falta meterla en el coche, cerrar la puerta y hacer eso, tan de los americanos, de darle tres golpecitos al techo del automóvil como diciendo: «Estás tardando en largarte»
Antes de emprender este viaje, La Artista nos ha contado también cómo funciona su vida sexual. Es bisexual, tuvo alguna novia hasta que conoció a Harris en una fiesta y después se fue a vivir con él. Ahora que ya llevan la torta de años pues la cosa ha decaído, duermen en dormitorios separados y una vez a la semana ella va, con mucha pereza, al cuarto de él, se acuestan y ella piensa, «pues hale, hasta la semana que viene». A todo esto que es un poco el ABC de las relaciones largas (de gente con pasta que tiene espacio para dormitorios separados) La Artista le da una mística que ni Santa Teresa.
(Van casi 1000 palabras y no he llegado ni a empezar. Vete a por otro café que esto va a ser largo)
Bueno, pues se lanza a la carretera y a 15 minutos de casa para a repostar. Allí, un chico, chaval, un hombre más joven que ella se pone a limpiarle el parabrisas y tienen un momento de conexión mirándose fijamente. Ella, como buena Aparcadora, se monta ya THE GREATEST MOVIE OF ALL TIMES. Continúa el viaje y a 10 minutos para a comer y ¿qué pasa ahí? Pues que por una casualidad increíble el chico, joven, hombre de la gasolinera aparece ahí y se ponen a charlar. Él se llama Davey, tiene 31 años, trabaja en la empresa de coches Hertz, necesita veinte mil dólares para algo y su mujer se llama Claire y trabaja de recepcionista en un sitio de decoración aunque ella tiene muchísimo talento. Después de esa charla que a ella le parece poco centrada en ella «¿Sabía él que esa era la primera pregunta que me hacía?», continúa el viaje otros 10 minutos y decide que va a volver a parar en Monrovia, justo en el aparcamiento de Hertz donde, ¡sorpresón! se vuelve a encontrar con Davey.
Decide entonces quedarse a dormir (está a media hora de su casa, recuerdo) y coge una habitación en un motel. Por razones que nadie entiende, después de comprarse una colcha rosa de segunda mano en una tienda de antigüedades, siente la imperiosa necesidad de redecorar la habitación del motel. El dueño le dice que haga lo que le salga de los cojones pero que no le de la turra y ella, por supuesto, ¿a quién llama? A Claire. Aclaro que esta chica, es el otro personaje que junto con Harris, tiene un poco de coherencia.
Bueno pues la Artista Aparcadora llama a Claire, le cuenta que quiere decorar la habitación del motel y le dice que no escatime en gastos. Claire, que es bastante lista, le dice que estupendo y no le pregunta nada de si está loca, desquiciada, o es directamente imbécil porque le da igual: es un curro y lo va a cobrar bien. Ponen butacas no se qué, cortinas que dan a la habitación “luz dorada de atardecer”, cambian el suelo del baño (aqui te tienes que reir porque se nota que July no ha hecho bricolaje ni una obra en su vida. Claire llega con las cajas de baldosas y se ponen las dos de rodillas a jugar al lego brick con los baldosines y, ¡chimpun!, en un rato han solado el baño). Pone lámparas, toallas buenas de las que pesan, jabones y velas que huelen fenomenal, un equipo de música, alfombras, cuadros... ¿Cómo queda? Pues si me preguntas yo lo imagino recargado y hortera pero oye, ¿acaso soy yo artista aparcadora? No. Eso sí, Claire se lleva sus 20 mil dólares tan feliz y desaparece de escena.
Los días van pasando y el viaje no avanza, claro. La Artista llama a Harris y le cuenta trolas y llama sus compromisos de manualidades en Nueva York y les dice que se le hace tarde y que no va a poder ser. Cuando ya tiene la habitación lista, se pone a acosar a Davey. Se planta en Hertz, se va con él a dar un paseo, charlan, pasean más, charlan, y después de un rato él se va a casa con su Claire. Cuando llevan así dos semanas y ella está completamente desquiciada con la idea de follárselo, quedan un día a cenar y beber unas copas y acaban en la habitación chupi. (Se me ha olvidado contar que Claire le cambia el colchón de la cama pero como no ha llegado el nuevo, le trae el de la cama que ella usa con Davey. Sí, algo que no tiene ni pies ni cabeza, pero que a todo el mundo le parece normal y a La Artista la pone cachondisima) Bueno pues la noche de la cena acaban en la habitación pero no hacen nada. Y así se pasan varias noches, no sé si una semana o diez días. Se tumban en el suelo, se acarician, Davey que es bailarín frustrado le hace numeritos, ella se descompone de deseo, hablan, se susurran, se tocan pero nada más y luego en una escena de muchísimo bochorno: él mea en el vater y ella pone la mano en el chorro de orina y le parece muy erótico.
«Yo había tenido mucho cuidado de no mirarle el pene»
No contentos con eso, como ella tiene la regla, él le quita el tampón y le pone otro nuevo.
«Empujó el tampón - dedo incluído. hacia el interior, el resto de la mano ahuecado sobre mi coño. Tuvo buen cuidado de no mover el dedo ni la palma, pero tampoco parecía que fuera a quitarlos de allí. Jadeando los dos, estuvimos así un largo minuto»
¿He dicho que todo es de mucho bochorno?
En algún momento él le cuenta que la reconoció como la artista de los macarrones la primera vez que la vió y que la siguió al restaurante y con esto el ego de ella se contonea sexymente porque La Artista es una egocéntrica de Premio Nobel. Bueno, pues se pasan un par de semanas haciendo petting y el ridículo pero llega el día final en el que ella tiene que volver a casa con una frustración sexual que no puede con ella y completamente loca del coño por la obsesión que tiene con él.
Tengo que explicarte también, porque es importante para la trama posterior, que un buen día, mientras La Artista está en la sala de espera de Hertz esperando a que Davey salga de currar, una señora que está a su lado le dice: «¿es guapo, verdad?» Resulta que es la madre que sabe todo de sus magreos nocturnos porque Davey le cuenta todo. La madre entonces le da a La Artista detalles innecesarios sobre la vida de Davey. Y así es como La Artista se entera de que a Davey le desvirgó una amiga de la madre, a petición de la madre.
Si hasta aquí todo te ha parecido ridículo, te recuerdo que esta era la parte menos mala de la novela. Ahora ya viene el despeñarse.
La Artista vuelve a casa y todo es un desastre. Está totalmente obsesionada con Davey. Obsesionada nivel adolescente de 19 años que se enamora en el campamento y cuando vuelve a casa piensa que se va a morir si no vuelve a ver a su amado. Obsesionada de estar todo el día dando una turra impresionante a sus amigas. Obsesionada de masturbarse con las esquinas. Obsesionada de llorar todo el rato, dibujar corazones y escaparse cuando puede al pueblo de Davey a ver si le ve. Un buen día, en el pueblo, ve la silla en la que él se subía para trepar a su ventana, la roba, compra un spray y escribe «Llama- me» en el respaldo y la deja delante de su trabajo. (Juro que no me invento nada). Luego recapacita, vuelve a recoger la silla, la tira en el campo cerca de su casa y un buen día, más adelante, paseando con Harris y su hije la encuentran. (Juro que sigo sin inventar nada)
La Artista en esta obsesión sexual que la reconcome decide que esto tiene que ser físico y no mental o su propia estupidez. Así que, ¿qué as se saca de la manga July? ¡Redoble de tambores, fanfarrias, pompones, purpurina, espumillón! LA MENOPAUSIA.
¡¡¡Ha llegado la Menopausia, Señora. Cualquier cosa que le pase, sofocos, obsesiones, estupidez, calentones, llantos, depresión, que se le caigan las uñas, que sea usted imbécil, que su marido la mire como si estuviera loca, que no se concentre, que no piense más que en follar… LA MENOPAUSIA!!!
Pereza máxima.
La Artista decide entonces que como ya no está tan buena como estaba antes se va a poner en forma para «volver a tener el culo en alto» y se apunta al gimnasio ¿para qué? ¡Redoble de tambores, fanfarrias, pompones, purpurina, espumillón…ENTRENAMIENTO DE FUERZA!
¡¡¡Ha llegado el entrenamiento de fuerza, Señora. Cualquier cosa que le pase, sofocos, obsesiones, estupidez, calentones, llantos, depresión, que se le caigan las uñas, que sea usted imbécil, que su marido la mire como si estuviera loca, que no se concentre, que no piense más que gilipolleces...se cura levantando mancuernas!!
Pasa meses en ese bucle de querer follarse a Davey, levantar pesas y reflexiones sesudas sobre su matrimonio mientras Harris, lógicamente, la deja hacer pensando que está desquiciada. Cuando La Artista considera que ya tiene el culo suficientemente arriba, se vuelve a ir a su habitación de motel, se pone unas bragas altas, se mete la camisa de leñador por dentro para que salga por la parte de abajo de las bragas, aparca el coche delante de la puerta de la habitación, enciende los faros y se graba un video con una coreografía guarra y, según ella, sensual.
Yo aquí reconozco que me reí. De ella, claro.
Sube su coreografía a su página de collage de macarrones, con espirales y fussilli esperando a que Davey lo vea, le de un me gusta, entienda que esa sexicidad es una señal del destino y aparezca erecto y listo para follar en la habitación cuqui. Y ¿qué pasa? Nada. Davey ni está ni se le espera. La Artista abochornada (pero no lo suficiente como para quitarse de enmedio e irse a casa) se dedica a pasear por el pueblo del motel y, no me acuerdo bien donde, se encuentra con la señora que le vendió la colcha rosa que desencadenó el deseo irrefrenable de decorar la habitación. La señora se llama Audra y es GORDA. Esto es importante porque en las siguientes 20 páginas se insiste varias veces en la blandura de sus carnes, sus pechos, sus brazos, su tripa, todo. Y, estarás pensando, ¿por qué sacan ahora a la vendedora de colchas? Pues porque la vendedora de colchas le dice a La Artista que si ha venido a buscar a Davey lo lleva crudo porque hace meses que se ha mudado a Sacramento con su mujercita y los 20 mil pavos que ella le pagó por la decoración. La Artista se queda siendo THE COLGADEST del universo después del numerito del baile y las bragas pero, atento que aquí viene el salto mortal con triple loop y sin red, en ese momento descubre que Audra es la amiga de la madre que desvirgó a Davey.
¡TACHÁN!
Seguirás pensando, si es que el estupor te deja algo de lucidez, pero ¿y de donde sale lo de las carnes blandas? Pues porque después de este descubrimiento, La Artista se lleva a Audra a su habitación decorada y después de una conversación larguísima en la que Audra le cuenta lo del desvirgamiento de Davey llevando un cinturón sexy que casualmente tiene hoy en el bolso... acaban follando en la habitación decorada. Con el cinturón sexy.
¡REQUETE TACHÁN!
Después del chasco reconvertido en revolcón lésbico de consolación, La Artista monta en la habitación un consultorio con sus amigas. Por turnos las hace ir a contarle cómo viven sus relaciones, el sexo, la menopausia. Como ella es lo más, tiene amigas viejas, jóvenes, heterosexuales, lesbianas, casadas, divorciadas, en relaciones abiertas y todas dicen cosas que se suponen retratan la realidad femenina pero que, por supuesto, he olvidado porque eran un cliché tras otro cliché tras otro cliché sin más profundidad que un charco. Con esto La Artista vuelve a casa a seguir dando la turra a Harris con el que un par de noches folla mientras juegan a ser otras personas, que si eres un fotógrafo que nos espía, que si yo soy tu amante, que si... no sé qué más. Con este tonteo parece calmarse la tensión que existía entre ellos cuando ella andaba por la casa masturbándose con picaportes pensando en Davey y todo va mejor. Hablan y deciden que ella se irá una tarde a la semana a la habitación cuqui y él se irá otra noche a dormir a su estudio.
Cuando ella anda encantada de conocerse porque le parece de gente super moderna y enrollada esto de darse noches libres y se pavonea pensando que ha descubierto el santo grial de las relaciones se da de frente con la realidad al descubrir que Harris tiene una amante. Una amante maja, seria, con cierto riego cerebral mientras que ella, La Artista, sigue en el limbo de su nada existencial. Por supuesto, no manifiesta celos porque ella es moderna y existencial pero le joden los cuernos. De ahí conoce a una tipa en una fiesta, se enrolla con ella y se desquicia infinito. Más sexo, más turra existencial a cuenta de lo que sea, ni me acuerdo, y cuando la amante le dice «hasta luego, Mari Carmen» se vuelve majara, hace el ridículo aún más y no sé que más hace porque aquí ya estaba leyendo en diagonal.
En una última trama, La Artista tiene una reunión con una cantante muy famosa nivel Beyonce. No es una reunión de trabajo. Resulta que ambas, La Artista y La Cantante comparten un traumita del parto de sus hijos. Las dos sufrieron no se qué problema y sus hijos casi mueren pero no. Se reúnen para compartir experiencia traumática. La Artista quiere hacerlo en la habitación decorada pero cuando llega allí resulta que la tiene reservada una pareja portuguesa y acaban en la habitación de al lado. ¿Qué importa esto? NADA...pero Levy tenía que meter un cliché sobre la maternidad, el parto y los traumas. Y amortizar la habitación cuqui como si la hubiera pagado ella.
Te estarás preguntando ¿y Davey? ¿qué pasa con él?
Pues que a La Artista y, sospecho, a Levy se le ha olvidado.
Lo recuperan al final, cuando años después La Artista que ha hecho un mosaico a punto de cruz va a Nueva York a presentarlo y en el avión recibe un mensaje de Davey dándole la enhorabuena por su obra. (El video guarro no lo vio pero el mosaico sí) Resulta que él ahora es una estrella del baile y está actuando en la ciudad. Ella va a verle, entra en éxtasis con sus movimientos sexys:
«La sensación de gratitud fue como un puñetazo en el estómago, y como siempre es un gran consuelo saber que después de todo no eres gilipollas, me puse a llorar como una Magdalena»
A ver como te lo explico...Artista... sí, eres gilipollas.
«Miré todos aquellos rostros y vi que hasta el último de los presentes estaba teniendo algo parecido a mi revelación, un cierto camara a car con el yo que habíavado consigo hasta ahora a todas partes. Yo ni siquiera había sido la única sumida en un punzante dolor; eso formaba parte del viaje. Primero, resistencia; después, capitualción. Davey ya no estaba ascendiendo; alcanzado el ápice, cayó rápidamente»
Fundido a negro y
CHIMPÚN.
Este increíble cúmulo de tonterías, una sobre otra, ha sido considerado uno de los mejores libros del año por medios americanos y los medios españoles han repetido, como pavos, las memeces que allí se han dicho. Cosas como que la novela es «un puñetazo en el estómago, una lectura obligatoria para toda mujer que se acerque a los cuarenta o los supere».
¿Una lectura obligatoria para las mujeres de 40? Pero ¿Qué majadería es esta? ¿En serio este personaje que es imbécil, egoísta, egocéntrico, un saquito de estereotipos nos retrata?
¿En serio?
He leído también que la historia tiene profundidad. Hay más profundidad en Teo va al parque. Esta novela es de una banalidad y una superficialidad que ofenden.
Huid. No caigáis en mi error. Y, por lo que más queráis, no decoréis habitaciones de motel ni os echéis amantes místicos. Leed Madame Bovary, por ejemplo, que sí que es una lectura obligatoria.
Me he reído tanto con el despelleje! Pero da qué pensar que se publiquen semejantes bodrios y que, además, tengan críticas tan buenas.
En cualquier caso, ha merecido la pena que lo publiquen sólo por leer tu newsletter de hoy. Jajajajaja 🤣 🤣 🤣 🤣.
Por cierto, alguna recomendación para compensar?. Gracias Ana.
Que risa, que risa!
He visto el libro recomendado por todos lados. De buena me has librado, te leo desde hace tiempo y si a ti no te gusta se que a mí tampoco.
Las listas de recomendaciones, ya las miro criticamente. Casualmente todas las lecturas recomendadas por Babelia para el verano se han publicado en 2025!
Tome la determinación de no leer ninguna novedad, a no ser que sea de alguno de mis autor@s favoritos. Una sana espera de 5 años al menos hace una buena criba.