«Ellos vienen de visita de vez en cuando. Y son, sorprendentemente, unas personas totalmente encantadoras. Te cuesta creer la suerte que tienes de conocerles. Te hacen reír. Hacen que te sientas orgullosa. Los quieres con locura. Han sobrevivido a ti. Y tú has sobrevivido a ellos. Se te pasa por la cabeza que, a ciertos niveles, pasaste horas, días, meses, años sin prestarles suficiente atención pero no le das más vueltas. No sirve de nada. Se ha acabado.
Todo menos la preocupación.
La preocupación dura siempre. »
Nora Ephron: El cuello no engaña
Sábado por la tarde. Acabas de salir por la puerta. Has quedado a merendar y luego a cenar con la familia de tu padre. Ayer fuiste a la universidad por la mañana y por la noche tuviste cena con el equipo de fútbol. Esta madrugada me he despertado al escuchar, por el patio interior, el sonido del ascensor. He sentido que eras tú volviendo a casa, pero aún así he cogido el móvil para mandarte un mensaje: «¿dónde andas?» «en el ascensor». Has entrado, me has dado un beso y te has acostado hasta la hora de comer. No te veré hasta mañana.
Me siento a escribir por tu cumpleaños. Es más difícil cada año que pasa. La primera vez fue en 2008, cumplías cinco años y escribí esto: «Los 5 años de María se me han hecho eternos. No sé si soy mejor persona que antes de que naciera, puede que hasta sea peor, pero por lo menos soy más consciente de todos las taras que tengo como madre e intento disimularlas. A ella eso le da igual, porque le parezco la mejor madre, la más guapa y la más lista… y además sé conducir, que no sé por qué, pero le fascina».
Tus veinte años no se me han hecho eternos, tampoco se me han pasado rápido. No puedo decir eso que es común escuchar de «un día los coges en brazos, parpadeas y ya se han ido de casa». Creo que la mejor medida del paso del tiempo me la da nuestra relación: los años juntas han durado lo que tienen que durar. En estos veinte años tú has pasado de ser una niña que pensaba que yo era «la mejor madre, la más guapa y la más lista» a ser una mujer que me ve como lo que soy, con sus cosas buenas y sus cosas malas. En estos veinte años yo he pasado de ser una pipiola de treinta años, inexperta y agobiada, a ser una señora que se lo toma todo con muchísima calma, pero sigo sin acostumbrarme a ser tu madre. Creía que me acostumbraría a esa identidad, la de madre, pero no: me sigue pareciendo tan ajena como cuando llegué a casa llevándote en brazos y no sabía muy bien qué hacer contigo. Por supuesto que he desarrollado habilidades y, no te voy a engañar, ahora es muchísimo más fácil que cuando las dos teníamos veinte años menos; pero en el fondo, que me pidas ayuda ahora, que recurras a mí cuando tienes un problema, que te rías conmigo, me sorprende siempre. ¿De verdad crees que puedo ayudarte? Esto es retórico, ya sé que sí que lo crees y que la mayoría de las veces cumplo esa expectativa pero, de verdad, me deja sin palabras.
«Trato de aceptar el misterio de mis hijos, las inexplicables formas en que se alejan de las expectativas paternas, de cómo, por mucho que los conozca o los recuerde, algo en ellos no termina de encajar del todo». (Jane Smiley: Un amor cualquiera.)
No puedo explicarte lo que siento cuando te veo desde fuera, cuando te miro como si no te conociera y pienso que tienes algo que ver conmigo. La semana pasada, por ejemplo, ibas conduciendo, yo iba detrás, mirándote, y me fijé en tus manos blanquísimas, en tus dedos tan largos llevando el ritmo de la música mientras, al mismo tiempo, cantabas Bohemian Rhapsody. «Es mi hija, es mi hija», pensé. Tengo la misma sensación cuando te veo interactuar con otras personas fuera de nuestro círculo más íntimo: con tus amigas de la universidad, con adultos que no son de la familia, con extraños; me fascina ver cómo te relacionas hacia fuera. Esto es otra cosa que he aprendido en estos veinte años, la multitud de facetas que tienes y de las que yo solo puedo ver algunas. Este año has empezado a trabajar: ¿Cómo eres en tu trabajo? No lo sé. ¿Cómo te ve la gente que trabaja contigo? No lo sé. Es una inmensidad nueva, una puerta en tu vida que yo no veo, que no veré y eso está bien, no pasa nada, pero no lo había pensado hasta este año.
Nos cruzamos por casa, en el desayuno y en la cena. Cada día me pides que te despierte y, cada día, cuando entro a despertarte, te enfadas. Por la noche, cuando cenamos, estás dicharachera, charlatana, bastante comunicativa; pero luego, rápidamente, te apagas porque estás muerta de sueño. Creo que este año has batido tu récord de sueño, y eso que ya era bastante imbatible. Nos vamos separando, vas cogiendo vuelo, otros caminos, nos cuesta encontrar momentos de encuentro pero los buscamos. Como las Gilmore quedamos a comer, a cenar, para acurrucarnos y ver una peli en el sofá. Hemos viajado juntas a París, a La Provenza, a los Pirineos. Hemos ido al cine, al teatro, a alguna exposición y hemos hablado de política, de amor, de economía, de dinero, de trabajo. Hemos discutido y, otra vez, has llorado de rabia y por esa herida interna de la que no quieres hablar y a la que yo no me puedo acercar hasta que me dejes. Nos hemos reído mucho, sobre todo con Clara, y hemos escuchado muchísima música. Bailando conmigo por mi 50 cumpleaños descubriste a The Police. No lo sabes, no te acuerdas, pero hace también muchos años, al escuchar Everything she does is magic, te escribí esto: «María es etérea y es increíblemente fuerte. Parece frágil y sin embargo aguanta cosas que yo no sería capaz. María es introvertida y sin embargo te lo cuenta todo sin la menor malicia. Sufre pero disimula. Siempre es consciente de todo lo que le rodea. Sufre y disfruta y todo se le nota. La miras y no te la crees».
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20. Hoy cumples 20 años, soy yo la que me quedo fascinada viéndote conducir y cuando te miro sigo sin poder creer que seas mi hija.
Feliz cumpleaños, Princesa de los Ojos Azules.
Felicidades a la cumpleañera y sobretodo a ti por la capacidad de poner letra a esas sensaciones tan bonitas. Menudo regalo!!
Es un momento especial cuando los ves ya como personas independientes y te sientes tremendamente orgullosa de ellos. Me pasa que no puedo creer que estos seres tan GENIALES sean mis hijos! También los míos de 20 a 23 y muchas veces no los reconozco en mí.
Gracias! Pasad un gran día
Me uno a todas las felicitaciones a la princhipesca de los blueyes (qué vertigo da cuando nos pasan en estatura, yo aún no lo asumo), pero por dar otro ángulo: recuerdo hace muchos anios q leí -no sé dónde- a una embarazada q se preguntaba "si le caería bien su hij@" y cuando estuve embarazada me lo pregunté también, y si compartiría no mi visión del mundo, pero sí algunas aficiones q para mí son muy importantes. Es una gran suerte tener hijos q te caigan bien y con los q puedes compartir lo q te importa, pero por ser el grinch no solo de la Navidad, sino del parenting, decir q tiene poco q ver con nuestra intervención como padres. Toda esa gente q se esponja de los maravillosos q son sus hijos y piensan q tienen mucho q ver, siento informarle q los reyes son los padres (por supuesto, si les abusas les puedes fastidiar la vida, hacia ese lado tristemente sí q hay más repercusión). Total q enhorabuena a tod@sq aquí comentan por haber tenido suerte en esa lotería q son los hijos!
di