Tengo clarísimo qué es lo más importante para disfrutar de un viaje: la compañía. El lugar al que viajas, el tiempo que tengas, el dinero del que dispongas y, por supuesto, las ganas son fundamentales, pero por encima de todo eso está la compañía. El viaje puede ser incómodo, el destino un fracaso, puede que comas fatal y el alojamiento resulte decepcionante, pero si viajas con la gente perfecta para ti, todo será soportable.
Cuando hablo de la gente perfecta para viajar no estoy pensando en un tipo único, en alguien que cumpla una serie de características asociadas al buen turista o viajero o como se quiera llamar. Para nada. Esa gente perfecta de la que hablo tiene que serlo solo para ti o para tu tipo de viaje. Si a ti te gusta solo ir a la playa a tirarte a la bartola y luego vestirte de bonito y salir a cenar, tienes que encontrar a alguien a quien le guste ese plan o al que, por lo menos, no le importe. Si lo que te gusta es trepar montañas, dormir en tienda de campaña y ver amanecer a las cinco de la mañana, pues lo mismo. Si te flipan los museos, la cultura y patear de la mañana a la noche, ese gusto tiene que compartirlo la gente con la que viajas.
Esto que parece tan obvio es algo que todos aprendemos a base de equivocarnos muchas veces, algunos más que otros, con nuestros compañeros de viaje. Todos, y cuando digo todos es todos, hemos creído alguna vez que nuestra amistad estaba a salvo de desencuentros viajeros o que nuestra querida pareja nos quería tanto (o nosotros a ella) que podríamos viajar juntos aunque tuviéramos gustos completamente dispares. Solo a base de amistades rotas, viajes desastrosos y crisis de pareja (¿Qué hago yo con este hombre?) aprendemos que lo primero que hay que elegir antes de viajar no es el destino, es la compañía.
Toda esta introducción viene a cuento porque yo tengo los mejores compañeros de viaje: mis dos hijas y mi mejor amigo. A lo largo de los años, y ya van diez viajando juntos (aunque con Juan yo llevo viajando mucho más), no paramos de sumar éxito tras éxito a nuestros periplos viajeros. Por supuesto discutimos, yo me enfado, nos sacamos de nuestras casillas con nuestras respectivas manías, pero los cuatro compartimos el objetivo del viaje: conocer y descansar. Esto se traduce en ganas de ver cosas, de aprender, de visitar, con momentos de estar tirados sin hacer nada, cada uno a lo suyo sin sentir ningún tipo de culpabilidad. Otra cosa que compartimos es que, si bien nos gusta comer bien, no planificamos nuestros días en función de los restaurantes. (Esto además suele ser un reto porque mi hija mayor es celiaca y multialérgica alimentaria y no es fácil encontrar sitios donde pueda comer, pero eso es otra historia).
¿Y lo de La Provenza? ¿Cuándo empiezas?
Ahora.
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