El viernes por la noche vi con mis hijas Desmontando a Harry. Les dije: «Es muy divertida. Os va a gustar». En nuestros planes de cine a la Gilmore ya habiamos visto Misterioso asesinato en Manhattan (era su segunda vez pero no se acordaban) y Matchpoint con mucho éxito de crítica por su parte, así que me pareció que Desmontando a Harry era una buena manera de seguir la racha. Funcionó regular, se durmieron a ratos, les resultó difícil de seguir y, sobre todo, y eso lo sentí yo, ha envejecido fatal. Para la generación nacida a principios de este siglo la continua referencia a la prostitución como maravilla para los hombres y la justificación de la infidelidad porque las esposas han dejado de prestar atencióna los maridos chirría muchísimo.
A pesar de eso tiene momentos brillantes y a mí no deja de asombrarme qué hay en la cabeza de Allen para pergeñar ese argumento. Nunca me canso de ver la escena en la que Robin Williams es un actor desenfocado o esos diálogos veloces en los que si parpadeas dos veces te pierdes. Al final de la película, Harry Block, el autor con bloqueo al que Allen interpreta, va al infierno y en una escena increíble mientras baja en ascensor al averno una locución avisa de lo que hay en cada planta, como si estuvieras en un gran almacén:
«Quinta planta: carteristas de metro, mendigos asesinos y críticos literarios. Sexta planta: extremistas de ultraderecha, asesinos en serie, abogados que salen por televisión. Séptima planta: medios de comunicación. Lo sentimos, esta planta está llena. Octava planta: criminales de guerra evadidos, predicadores televisivos y asociación pro armas. Planta baja: todo el mundo fuera».
La película es de 1997, es decir, tiene casi 30 años y de este listado de malvados me asombran varias cosas. Por un lado la desaparición casi total, en nuestros días, del carterista de metro sustituido por el pirata informático que realiza un ataque a El Corte Inglés, compra una aspiradora de 799 € con tu cuenta y te deja a merced del Departamento de Atención al cliente de la susodicha empresa que lleva casi seis meses ignorando mis mails semanales de reclamación, mis llamadas, mis chats, mis denuncias ante consumo y un burofax, obligándome a ponerles una demanda judicial (perdón, que me he puesto personal); me sorprende también que no aparezca ninguna referencia a la clase política y la completa contemporaneidad del resto de malvados a los tiempos que corren: extremistas de ultraderecha, asesinos en serie, abogados de televisión, predicadores de televisión, criminales de guerra, seguimos teniendo de todo eso. Pero lo que más me llama la atención es esta frase:
“Séptima planta: medios de comunicación. Lo sentimos, esta planta está llena”
¿Ya en 1997 los medios de comunicación tenían mala fama? Eso fue lo que pensé anoche, tapada con la manta, a oscuras y mientras el huracán que sopla ahora sólo estaba comenzando a agitar las ramas del pino del jardín. Me fui a la cama pensando que en 1997 no había redes sociales, ni siquiera Facebook había llegado a nuestras vidas. (Mi primera cuenta de correo electrónico es de 1996, molinos@hotmail.com, y era algo que poca gente tenía por entonces. Algún día tendré que contar cómo en aquellos años yo daba clases de navegación por internet en la facultad de Económicas de la Complutense). No es que le hubiera dado muchísimas vueltas, pero en mi cabeza el declive en la credibilidad y estima por los medios de comunicación comenzó en 2010 o así, más o menos cuando Twitter empezó a tirar y la lucha por los clics y la inmediatez convirtieron la información y su procesamiento en algo mercantil, con lo que conseguir negocio y adeptos. Cuando el propósito pasó de «informar» a «sígueme». ¿Puede que todo el descrédito actual empezara a gestarse antes pero no hayamos querido verlo? ¿Es posible que los propios medios de comunicación hayan creado y difundido esa versión o simplemente Woody Allen estaba manifestando un rechazo personal a la prensa?
¿A donde voy con todo esto? No lo sé, la verdad.
Gay Girl Gone, es un podcast canadiense del 2023 que me ha dejado anonadada. (Spoiler). Narrado por Samira Mohyeddin cuenta como en 2011, al comienzo de la Primavera Árabe y la revolución en Siria, un blog escrito por Amina Arraf, Gay Girl in Damascus, se convirtió en un referente de la lucha por el colectivo queer en Siria. Los medios de comunicación occidentales se volvieron locos con ella y The Guardian publicó un perfil de su autora. El blog fue ganando seguidores, haciéndose cada vez más viral, con posts con historias de resistencia, de oposición al régimen de Assad, contando cómo llegaban a detenerla y su padre se enfrentaba a la policía del estado, hasta que un día corre la noticia, escrita por su prima, de que Amina ha sido detenida por la policía y nadie sabe dónde está. El hashtag #FreeAmina corre por las redes, el Departamento de Estado de EEUU empieza a investigar porque Amina es de padre sirio y madre estadounidense, su novia en Canadá acude a la prensa y se pone en marcha todo un mecanismo para intentar saber qué ha ocurrido con la representante para Occidente de la lucha contra la opresión en Siria. Pronto, algunas personas empiezan a ver algunas cosas sospechosas y, sobre todo, cuando una mujer de origen croata que trabaja en Londres comienza a recibir mensajes de sus conocidos diciéndole que sale en la portada de The Guardian asociada a la desaparición de Amina Arraf. Para sorpresa de muchos pronto se descubre que Amina no existe y que detrás de Gay Girl in Damascus hay un señor escocés heterosexual especialista en Historia Medieval al que le gusta mucho escribir. Si todo esto te parece ya increíble no puedo ni explicarte la cantidad de elementos extra que tiene esta historia para dejarte boquiabierta toda la escucha.
¿Qué tiene que ver esto con Woody Allen y la prensa? Pues porque en el episodio final, entre muchas otras consideraciones, habla un académico que reflexiona sobre cómo es posible que ocurriera esto. Que Occidente (y digo Occidente refiriéndome a Europa y Estados Unidos) tuviera tan poco criterio como para tragarse algo así sin pestañear e incluso cuando alguien les llama para decirle «quiten esa foto, yo no soy Amina», o cuando quedan con Amina y ella no aparece, nada levante la más mínima sospecha y todo siga adelante. Él responde:
«No creo que los medios de comunicación se hayan enfrentado nunca al problema central que esta historia ha puesto de manifiesto. El blog Gay Girl in Damascus y el engaño son una buena muestra de los peligros que surgen cuando los medios de comunicación se aíslan. Tuvo mucho éxito, probablemente el mayor con The Guardian. Todos los implicados —el que hablaba, el periodista que informaba y la gente a la que se hablaba a través de los medios— compartían elementos comunes de identidad. Los periodistas son humanos. Son poco propensos a ser escépticos, a indagar con escepticismo en algo en busca de confirmación si la noticia confirma algo que creen que ya saben. Esta historia me hace sentir incómodo porque plantea muchas preguntas sobre cómo las personas, incluidas las personas como yo, interactuamos con el mundo y hacemos nuestro trabajo. No soy más listo que Tom MacMaster (el farsante). No soy más listo que la gente que leyó el blog en directo y se lo creyó. Lo más importante que saco de esta historia es que los occidentales tenemos la capacidad de reducir el resto del mundo a una representación de nuestra propia identidad, incluso cuando estamos intentando recuperar las voces perdidas de las personas silenciadas o apartadas por el poder occidental.»
¿Me hubiera creído yo Gay Girl in Damascus? Seguramente sí. Me he comido algunas dobladas por la red y no me refiero a noticias, pero sí a perfiles falsos de gente que se inventaba vidas que podrías llegar a creerte. ¿Me avergüenzo? No, creo que de estas cosas se aprende y desde luego no es lo mismo que yo me crea una trola a que se lo trague un periodista o un medio de comunicación. En este caso he señalado a The Guardian, pero la historia también salió en la BBC, en la CNN, el Washington Post, etc. ¿No deberían ellos, los medios, los periodistas haber sabido qué era lo que debían contar a su audiencia, a sus sociedades, a nosotros que realmente tuviera sentido para entender Siria y su revolución? (Mientras escribo esto, los rebeldes acaban de derribar el régimen de El Asad 13 años después de que empezará la revolución)
«Séptima planta: medios de comunicación. Lo sentimos, esta planta está llena.»
En 1997 Woody Allen mandaba a todos los medios de comunicación al infierno.
En 2011 en medio de la Primavera Árabe y con una represión brutal en Siria la noticia que copó los medios de comunicación en Europa fue el falso blog de una chica lesbiana en Damasco.
En 2024 vivimos en la era de la desinformación, de la sospecha, de la mentira descarada y descarnada porque mentir ya no importa.
«Planta baja: todo el mundo fuera».
Creo que te gusta leer Cosas que (me) pasan. ¿Has pensando en suscribirte? Me encantaría que lo hicieras y te lo agradecería infinito. Tendrías acceso a la newsletter extra del último domingo del mes, al chat privado y al Club de Podcasts Encadenados. Si, además, te haces miembro fundador, piénsalo ¿cuándo has sido fundador de algo?, hasta recibirás una carta manuscrita. ¿Cuándo fue la última vez que abriste el buzón y había una carta para ti?
Me encanta esa fase de Allen, "Hannah y sus hermanas", "Manhattan Murder Mistery" son de mis favoritas y es q como a ti me encantan los judíos ateos verbosos (hola Philip Roth) q meten tantas ideas por párrafo o escena q has de inspirar fuerte (luego está la gente contemplativa q prefieren las pelis de largo plano lento q enfoca una rama: admiración).
Pero lo q quería decir hoy es sobre lo de tratar de llevar a las hijas a esos clásicos, con éxito variable. El último intento el viernes con "Twin Peaks". Resulta q Mini estaba escuchando "Wicked Game" y le dije, "esa canción aparece en una serie mítica, quieres q la veamos?". Así q nos pusimos ahí con el proyector, primer capítulo, Laura Palmer en la bolsa, cara azul y ella: "me parece aburrida, sorry", y se fue! [inasequible al desaliento, seguiremos intentando con lo q sea]. Total q yo me enganché y me vi el capítulo entero y WOW, los 90, baby... como "Deconstructing Harry": estamos en otro planeta.
Happy Sunday desde un ladito de la "Tormenta" Darragh... no se puede ir en bici hoy :)
di
Te ha quedado redondo hoy, enhorabuena. Perdonad mi ignorancia pero no veo la tele convencional hace años: ¿hay abogados que salen en televisión en España?
(No es una pose es que la entena quedaba lejos de la tele, había que tirar cables y nos dio tanta perece que dejamos de ver la tele).