Son las diez y media de la mañana y estoy en pijama, en el sofá, con el portátil en las rodillas escribiendo este post. Antes de empezar a escribir, como siempre, hago un calentamiento leyendo cosas pendientes: newsletters, el periódico, webs y blogs que sigo y las notas que me he ido dejando a lo largo de la semana para inspirarme. Este calentamiento es, por una parte, una búsqueda de inspiración y, por otra, una excusa para no sentarme a escribir. Siempre funciona igual: caliento, caliento y caliento hasta que abro el documento y me pongo a ello.
A blog post is a search query. You write to find your tribe; you write so they will know what kind of fascinating things they should route to your inbox. If you follow common wisdom, you will cut exactly the things that will help you find these people. It is like the time someone told the composer Morton Feldman he should write for “the man in the street”. Feldman went over and looked out the window, and who did he see? Jackson Pollock.
Cuando escribo, ¿pienso en los que están al otro lado?
Leo esta cita en la newsletter de Austin Kleon. La releo y levanto la vista. Los cristales de la ventana están moderadamente limpios y eso me da cierta satisfacción. ¿Escribo para buscar algo? ¿Escribo para encontrar a mi tribu? ¿Escribo para encontrar gente interesante que me recomiende cosas fascinantes? Pues no lo había pensado nunca, pero es verdad que, a lo largo de todos estos años y gracias a lectores que están ahí al otro lado, he descubierto maravillas.
En la cita hablan de escribir para el hombre de la calle. Siendo, ahora mismo, políticamente correctos, diríamos que se trata de escribir para alguien corriente, para cualquiera. En la cita hablan de cómo le dieron ese consejo a Morton Feldman; él se asomó a la ventana y vio a Jason Pollock. Esas son cosas que pasan en Nueva York: aquí, donde estoy ahora mismo, si me asomo a la ventana solo veo gente corriente, normal, haciendo vida de sábado. ¿Escribo para ellos?
Forget your generalized audience. In the first place, the nameless, faceless audience will scare you to death and in the second place, unlike the theater, it doesn’t exist. In writing, your audience is one single reader. I have found that sometimes it helps to pick out one person—a real person you know, or an imagined person and write to that one. John Steinbeck
Mi adorado Steinbeck (leed, por lo que más queráis, Cannery Row y Las uvas de la ira) dice que hay que escribir pensando solo en una persona. Dice algo muy obvio pero que puede pasar desapercibido: en la lectura no hay una gran audiencia, no es como el teatro. En la escritura tu público está formado por una sola persona cada vez. Hace muchos años, cuando leí por primera vez este consejo, me pareció acertado. Creo que incluso durante una época lo seguí y escribía pensando en alguien en concreto. Aquello duró poco porque escribir pensando en alguien en concreto te obliga a pensar en los criterios con que esa otra persona juzgará lo que reflejas en tus palabras. Te obliga a hacer un ejercicio de empatía con los sentimientos, ideas y opiniones de otro al mismo tiempo que lidias con la maraña de tus propias reflexiones para dotarla de algún sentido. Además, y este pensamiento es una cosa que te da la edad, ¿qué pasa si esa persona desaparece de tu vida por la razón que sea? Como digo, aquello duró poco (no más de unos meses) y desde entonces no escribo pensando en nadie.
You can’t write for other people. You can’t write for the left or the right, this religion or that religion, or this belief or that belief. You have to write the way you see things. I tell people, Make a list of ten things you hate and tear them down in a short story or poem. Make a list of ten things you love and celebrate them.
El bueno de Ray me representa mucho más. (Leed, por lo que más queráis, Crónicas Marcianas. Sí, sí: ya sé que la ciencia ficción no os llama pero, EN SERIO, hacedme caso) Este sábado asiento al releer esta cita. Cada vez que abro un documento y empiezo a teclear al otro lado no hay nadie. O está el mundo entero. No escribo para nadie, ni siquiera sé quién hay al otro lado. ¿Qué estaréis haciendo cuando leáis esto? Como mi intención es enviarlo el domingo por la mañana quizás haya viciosos que, nada más despertarse, cojan el móvil, vean la notificación y entre legañas y bostezos lean estas palabras y piensen: «cuando desayune, apunto los libros y los compro», y luego no lo hagan nunca. Pero ¿qué más puedo saber de quien hay al otro lado? ¿Tenéis 30, 40 o 67 años? ¿Os despertáis solos o acompañados? ¿Usáis pijama y tenéis pulgar verde para las plantas? ¿Vuestras ventanas dan a un polígono industrial o a una calle estrecha en la que, ahora que nos acercamos a marzo, la luz del sol consigue llegar al asfalto? ¿Sois espías, emprendedores, arquitectos, alfareros, profesores, astronautas (por favor: si estáis ahí, decídmelo) o rentistas (esto también me interesa)?
A lo largo de todos estos años he conocido a mucha gente que me lee, a muchos que estáis al otro lado. Algunos se han convertido en amigos, otros llegaron y se fueron, con otros puse distancia. Pero, aunque haya escrito «mucha gente», son pocos comparados con la cantidad de gente que puede haber ahí, al otro lado. Si lo pienso me da vértigo. Recuerdo con nitidez dónde estaba la primera vez que me saltó una notificación de comentario en el blog: en el salón de mi casa, cerca de la cristalera. Miré el móvil y leí «comentario de Eva». ¿Quién era Eva? ¿Por qué me había leído? Y, sobre todo, ¿por qué me había dejado un comentario? Eso ocurrió hace quince años, pero la sensación sigue siendo la misma ante cualquier reacción que recibo por lo que escribo: asombro. No puedo ir mucho más allá porque jugar a imaginar otra vida en la que a alguien le interesa lo que escribo y pincha en su bandeja de entrada me da vértigo. No es vergüenza, ni falsa modestia: es sorpresa.
Me voy a vestir: prefiero que no me imaginéis en pijama. Imaginadme bien vestida, estilosa, elegante sin parecer excesiva y con un control absoluto sobre mis actos. Imaginadme discreta, inteligente, incisiva y aguda. Uso el imperativo: os hablo de vosotros. Os hablo a vosotros pero sois imaginarios, no existís hasta que estas líneas ya están fuera de mis manos.
Es entonces cuando os volvéis reales.
Es casi magia.
Buenos días. Aunque bueno, ahí afuera llueve un poco y tiene pinta de hacer mucho frío. Yo estoy en la cama. Si, aún con las legañas. Solo me levanté al baño, hice pis y volví a tumbarme. Hoy es un domingo sin prisa. No uso pijama. Duermo en camiseta y bragas. Y duermo sola. Cerca de un par de hombres, pero cada uno en nuestra habitación. Mi cama está orientada con vistas a la ventana. Y al fondo, veo un monte. Esa sería mi historia mañanera.
(Tengo más sueño, así que quizás deje el móvil en la mesilla y vuelva a cerrar los ojos) Buenos días
Hace un tiempo, compré una buena edición de 'Crónicas marcianas' y se la obsequié a quien decidí amar. Le pedí que le diera prioridad por encima de todo lo que tenía por leer. Me parecía inconcebible que, siendo escritor, no formara parte de su 'equipaje'. Compartir un libro que sí era parte del mío y que es uno de los que releo porque sigue emocionando es un gesto que expresaba mis sentimientos.
No leyó. No abrió. Sí, dolió.
Pero hoy, "Los que están al otro lado" me recuerda que aun sin reciprocidad (amorosa y lectora) hay que insistir y esperar (o no).
Soy una de sus lectoras, de las nuevas, así que ¡presente! Me gustan sus entradas sin coerciones, lo que agradezco. Y si hubiere alguna, pues... lo que se tercie. Un blog es eso y todo. Si estamos aquí es porque hay diálogo y recorridos que se rozan.