Lecturas encadenadas. Octubre.
Mi ritmo lector va decayendo según avanza el año. Cada vez me parezco más al conejo de Alicia corriendo a todas partes y sin tiempo para nada. Cuando mis hijas eran pequeñas tenía tiempo para todo, ahora que hacen su vida y como me descuide ni siquiera las veo en el ratito que pasan por casa, no tengo tiempo para nada. ¿Me organizo peor? ¿Tengo más intereses? ¿Me he vuelto más vaga? ¿Es que los adolescentes exigen más atención que los bebes? A esto último yo digo sí aunque nadie me crea.
Octubre transcurrió con más pena que gloria esperando un otoño y un frío que no llega. Desesperación, tristeza, calor y abrigos languideciendo en los armarios. Lo único que me consoló fue saber que a final de mes, como cada año, me esperaba el cambio de hora que más me gusta y ya es de noche cuando salgo de trabajar. Bien, me encanta. Cada uno tiene sus filias.
Al lío.
En septiembre fui a Ourense un fin de semana porque me invitaron a una fiesta genial, tan genial que se ha decidido que se vuelva tradición. Como nunca había estado allí, aproveché para hacer algo de turismo y, como siempre que hago turismo, entré en una librería. «Entramos pero con fuerza de voluntad, no compramos nada» fue el mantra que nos dijimos. No lo cumplí, en una de las estanterías estaba esperándome Se acabó el pastel de Nora Ephron por tan solo 3 €. Después me enteré de que está descatalogado y en internet piden hasta 100 € por él. Creo que el dueño de la librería también desconocía este dato.
Me gustó muchísimo, mucho más que el de "El cuello no miente" y que la película. Es curioso como, a pesar de conocer la historia, me ha gustado tanto. Nora ficciona aquí el fin de su segundo matrimonio cuando emabaraza de su segundo hijo descubrió que su segundo marido, Carl Berstein, le estaba siendo infiel con una amiga suya. Su alter ego, Rachel, es como ella escritora y, a través de su personaje reconstruye su historia de amor. Lo más interesante de todo es como Nora cuenta el choque brutal de realidad que supone descubrir que lo que has estado viviendo es una mentira, como tu realidad era un decorado. Rachel/Nora creía ser feliz y resulta que no lo era, creía ser amada y amaban a otra, creía estar haciéndolo bien y se estaba equivocando en todo, creías conocer a tu pareja y resulta ser un desconocido, creías saber hacia donde te encaminabas y descubres que ese futuro al que te dirigías no existe ni existió nunca.
Nora lo cuenta con inteligencia, con ingenio, con humor, con irío y como dice su peronal al final cuando se terapeuta le pregunta porque lo convierte todo en un relato, ella dice:
«De modo que se lo explique.
Porque si cuento la historia, domino la versión.
Porque si cuento la historia, puedo hacer reír; prefiero que se rían a que tengan lástima de mí.
Porque si cuento la historia, no me duele tanto.
Porque si cuento la historia, puedo soportarla».
Esto me recordó mucho a las palabras de Didion en su documental sobre escribir y el miedo. «Yo siempre he pensado que si analizo algo, da menos miedo. La teoría dice que si la serpiente está en tu campo visual, no te va a morder. Se parece a como enfrento yo el dolor. Quiero saber dónde está.»
Además de estas reflexiones que comparto totalmente, me reí mucho:
«Ahora en mis años dorados, he llegado a aceptar el hecho de que en mi cuerpo no hay una sola gota de sangre neurasténica, y me he vuelto muy impaciente con los que la tienen. Muéstrenme una mujer que llora cuando caen las hojas de los árboles, y le enseñaré a una auténtica gilipollas.»
«Me gustaría decir dos cosas al respecto. La primera es que siempre he creído que llorar es una actividad demasiado valorada: las mujeres ya lloran muchísimo, y lo último que desearíamos es que el llanto se convirtiera en un exceso universal. Lo seguido que quería decir es lo siguiente: cuidado con los hombres que lloran. Es cierto que tales hombres son sensibles e impresionables, pero las únicas emociones que los conmueven son las suyas propias.»
También barato compré, en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, Heredarás la tierra de Jane Smiley. En enero leí La edad del desconsuelo que me encantó (si estáis leyendo esto, dejadlo ahora mismo, comprad esa novela y poneos con ella ahora. Ya. Estáis tardando) así que quería leer más de Smiley. Esta novela no me ha gustado tanto porque es un culebrón impresionante.
¿Qué nos cuenta Smiley? Pues la historia de la familia Cook, granjeros en un condado de Iowa. Kilómetros y kilómetros de tierra cultivada, arrancada a unos pantanos hace cien años y que el patriarca, Larry Cook, regenta casi como un reyezuelo hasta que decide, por sorpresa, ceder la gestión de la granja a sus tres hijas. Este gesto y la vuelta a la zona de un vecino, Jesse, que se marchó hace años para escapar de la Guerra de Vietnam, desencadena una serie de actitudes y revelaciones en la vida familiar con todo tipo de oscuros secretos aflorando. Es una novela que se vuelve más oscura según avanza la narración hasta llegar a un final en el que no queda nada. Cuando lo estaba leyendo pensaba que era material perfecto para una película y acabo de comprobar que ya se ha hecho con Jessica Lange y Michele Pfeiffer, perfectas para hacer de las hermanas.
«Eso de "bien" es una palabra muy propia de una mujer. Tú sabes que no está nada bien. Pero dices ese "bien" y todo el mundo se vuelve loco y tú sabes que todo el mundo se volverá loco.»
¿La recomiendo? Pues mira, si te gustan las historias tortuosas y con muchísimo drama, rozando la incredulidad es una novela correcta pero si me preguntáis a mí: empezad por La edad del desconsuelo.
Y con esto y un bizcocho, hasta los encadenados de noviembre.