Voy tarde como el conejo de Alicia, pero ¿a quién le importa?
Al lío.
A principios de julio hice una incursión en la librería La Guarida de Cercedilla y me hice con un buen alijo. Me las prometía muy felices pero el resultado ha sido tirando a pobre. Empecé por Intimidades, de Kati Kitamura. Ha sido el libro del año para The New York Times y un montón de medios americanos y lo había visto recomendado en varias cuentas. ¿Merece todos esos elogios? No. Se lee fácil pero es, como dice mi hija Clara, un «sin más». Sin ninguna duda acabará convirtiéndose en una película con una protagonista misteriosa de la que se dirá que «retrata las incoherencias que la vida moderna exige a las mujeres», pero como novela es para pasar al rato. Lo mejor que tiene es que es breve, apenas 190 páginas, y Kitamura la termina antes de que el resultado se vuelva catastrófico.
En la portada califican la novela como hipnótica y, aunque yo no llegaría a tanto, es verdad que al principio te interesa esa desconocida que llega a La Haya (una localización curiosa por poco habitual) para trabajar, como intérprete, en el Tribunal Internacional. Con este planteamiento bastante original Kitamura establece las bases para la historia: la protagonista, la ciudad, el trabajo y la relación amorosa. Cuando todo está presentado y esperas que pase algo, que juegue con esas cuatro bases, lo que ocurre es que empiezan a brotar pequeños elementos como la amiga rara, el librero atacado, el jefe de estado juzgado, etc. que no tienen ni pies ni cabeza y que parece que Katie ha puesto ahí para entretener al lector en lo que decide qué va a hacer con el conflicto principal. Ya aviso que la novela termina sin que ni el lector ni la propia Kitamura se acuerden ya de que era lo importante. Los dos, el lector y Kitamura, lo que quieren es acabar pronto antes de que todo sea un desastre. Como cuando acabas una cita lo más rápido posible, antes de que alguien se haga daño.
«Eso es lo que ofrece una nueva relación, pensó, la oportunidad de ser alguien distinto a quien se es».
Con Nora Ephron la sensación siempre es «por favor, Nora, sigue hablando, sigue escribiendo, que esto no se acabe». En La Guarida compré también No me acuerdo de nada que, por alguna extraña razón, no había leído hasta ahora. Leer a Nora siempre me da mucha pena, es tristísimo que se muriera tan pronto, tendría tantísimo que decir ahora mismo. Su frase «El motivo principal por el que es importante tener un presidente demócrata es el Tribunal Supremo» encaja tan bien con lo que está ocurriendo ahora mismo en Estados Unidos.
Aparte de esa sabiduría de Nora, creo que No me acuerdo de nada es un libro para leer cuando te acercas o tienes ya cincuenta años. Hace poco escribí sobre las mujeres que no saben envejecer. A Nora no le gustaba envejecer pero sabía cómo hacerlo sacando además provecho de la experiencia adquirida: eso solo puedes valorarlo si ya te planteas que estás envejeciendo. Desde el primer ensayo que da título al volumen me sentí identificada.Yo tenía muy buena memoria pero ahora me encuentro con que he olvidado libros, situaciones, lugares, conversaciones. Es verdad que olvido cosas de mi pasado, no de mi día a día, pero me da muchísima rabia no recordar, por ejemplo, algunas lecturas.
«En fin, lo importante es que hace años que las cosas se me olvidan, pero ahora se me olvidan de otra manera. Antes creía que podía recuperar lo perdido de un modo u otro, y guardarlo en la memoria. Ahora ya sé que no es posible. Lo que se fue, se fue para siempre. Y lo nuevo no se queda».
Siempre cuento que mi madre y yo tenemos una relación como la de Vivian Gornick con su madre, pero esto que dice Nora sobre cómo nos relacionamos con ellos o los percibimos también lo suscribo totalmente.
«Siempre creemos que a nuestros padres les alcanzará un rayo y que, por arte de magia, se convertirán en las personas que querías que fueran, o que volvieran a ser las personas que eran. Pero eso no va a pasar nunca. Y, aunque sepas que nunca va a pasar, sigues teniendo la esperanza de que pase».
Podría copiar aquí el libro entero, pero de su lista de las 25 cosas sobre las que la gente tiene una capacidad desconcertante para sorprenderse, me encantan estas:
Los periodistas a veces se inventan cosas.
Los periodistas a veces cuentan mal las cosas.
La libertad de prensa es solo para el dueño de la prensa.
El mercado de valores no tiene explicación pero la gente sigue intentando explicarlo.
Hay que leer todo lo de Nora empezando por Se acabó el pastel y siguiendo por éste.
En la misma incursión a La Guarida (sí me dejé una pasta gansa) me compré los tres tomos que me faltaban de El árabe del futuro. En 2016, después de conocer en un artículo a su autor, Riad Sattouf, empecé a leer esta historia de su vida. Sattouf es hijo de francesa y sirio y su infancia y adolescencia transcurrió entre Normandía y Siria, entre dos familias completamente opuestas y bajo los caprichos de su padre, un profesor sirio en principio agnóstico que poco a poco se va volviendo más religioso. La gracia de esta historia es que está contada desde el punto de vista de Sattouf como niño, adolescente, joven y adulto. El dibujo de Sattouf es además muy característico, casi entrañable. Lo recomiendo mucho para ir leyéndolo poco a poco porque son seis tomos.
El chasco del mes también es del mismo botín y venía muy recomendado. Fortuna, de Hernán Díaz, ha ganado el Premio Pulitzer y lo único que puedo decir es que no hay que fiarse nunca más del Premio Pulitzer. Esto es casi como cuando Cien noches (esa basura infecta) ganó el Premio Herralde, que dejamos de confíar en ese premio. Fortuna no es ni de lejos tan espantoso como Cien noches pero es un tostón impresionante. Lo cogí con muchas ganas, quería que me gustara, quería sumergirme en ese novelón prometido que me procuraría horas de entretenimiento y escape. No he conseguido nada de eso, Fortuna me ha dado horas de aburrimiento, horas de pretenciosidad, insulsez, sopor y ¿he dicho aburrimiento? Pues eso, Fortuna es un tostón. Lo peor, sobre todo, es que esta novela huele a naftalina, a historia ya contada, a estilo copiado, a fórmula para intentar triunfar. ¿Desrecomiendo Fortuna? Pues sí, pero si no os fiáis de mí, por lo menos no os gastéis el dinero: sacadlo de la biblioteca.
Un mes regulero. Si queréis mi consejo: pasad de Kitamura y Hernán y dedicaos a Nora y al tebeo.
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Nora Ephron es maravillosa. Por el título no recordaba Cien Noches, pero al hacer clic en el link ha sido un regalo y un descojone volver a leer ese post. ¡Pamplona!
Me encanta tu sinceridad, porque yo tampoco puedo entender el éxito de Fortuna. No sé si la gente no es honesta en sus opiniones, o si tengo que borrar de mi lista a algunas de mis influencers de libros de cabecera 😂😂