Esta entrega de las lecturas encadenadas llega un poco tarde, 9 días tarde, y además, en teoría, tenía que haberla publicado antes de mi canto de amor a Winter, de Rick Bass pero ¿quién pone las reglas aquí? Yo. Así que puedo saltármelas y escribir de lo que me apetezca cuando me apetezca. Aprovecho para dar las gracias a los que me han recomendado libros sobre el invierno que iré leyendo a su debido tiempo.
Al lío.
«Tengo una crisis de lectura. No encuentro nada que me guste», le dije a Tallón. «Leíste Los extraños, de Jon Bilbao? Creo que te reconciliaría con la lectura». De Bilbao ya leí en su día Basilisco, que me gustó muchísimo y que, sin duda, recomiendo. Los extraños me entretuvo bastante, lo cogía con ganas al acostarme y recuperé un poco la sensación de encontrar refugio del día a día en la lectura.
Los extraños es la típica novela que veo convertirse en película según la voy leyendo y estoy segura de que acabará siéndolo. Me juego una mano, y no la pierdo, a que Bilbao ya habrá recibido ofertas por los derechos de adaptación. El futuro dirá si me tengo que quedar manca. ¿De qué trata Los extraños? De una pareja, basada levemente en la propia pareja de Bilbao, que vive en Ribadesella y en la que ambos escriben. Él cosas de geología, creo recordar, y ella traducciones del alemán. Su existencia transcurre sin grandes emociones, ocupan la casa de los padres de él que están en algún sitio más cálido pasando el invierno y cada uno por su lado da vueltas a «¿qué coño estoy haciendo con mi vida?». Un buen día, una noche, desde la ventana de su salón que da a la ría de Ribadesella, ven unos extraños objetos geométricos de colores volar por el cielo nocturno, unos ovnis de toda la vida. Al día siguiente de ese avistamiento aparecen por sorpresa unos visitantes, unos primos lejanos. No puedo contar más sin reventar la novela, pero por si acaso alguien no va a leerla o ya la ha leído y quiere saber mi opinión, creo que a pesar de que lo que va a ocurrir es obvio desde el minuto uno y el lector está pensando «no les dejes entrar», «ese tío no es tu primo», «son unos timadores», «no te fíes» y «¿pero sois bobos o qué os pasa?», Bilbao construye muy bien la tensión, la inquietud y la incomodidad, haciendo que no puedas dejar de mirar, de leer, de contemplar cómo los personajes se encaminan hacia la calamidad más absoluta. ¿Lo más decepcionante? El final. No pasa nada. Lo entiendo: era complicado terminar la historia de una manera más o menos convincente y, bueno, Bilbao hace lo que puede para dejarla en todo lo alto.
¿Recomiendo Los extraños? Claro que sí, es una lectura sencilla, entretenida y podréis decir, cuando se estrene la película: «yo ya leí el libro hace unos años».
Tallón también me recomendó Un verdor terrible de Benjamin Labatut. «Este libro, este libro, este libro», me mandó en un audio. Y le hice caso, claro. Debo decir que yo jamás leo las contraportadas de los libros que me recomiendan ni de los libros que compro. Normalmente llego a ellos por recomendaciones de amigos, de blogs que sigo, o aparecen en otros libros que me han gustado y quiero zambullirme en ellos sin tener ideas preconcebidas ni expectativas ni, sobre todo, saber nada de lo que me van a contar. Llego a ellos, a sus primeras páginas, desde el más absoluto desconocimiento del contenido. Con Un verdor terrible la sorpresa fue mayúscula porque esperaba una novela (Juan es un lector, sobre todo, de novelas) y me encontré con un libro de divulgación científica. Novelada, contada como una historia, como una sucesión de historias, pero no ficción.
Benjamin Labatut nació en Rotterdam pero se crio en Buenos Aires y Santiago de Chile. ¿Qué nos cuenta en Un verdor terrible? Historias de ciencia partiendo de los pies y las manos de Göring teñidas de un rojo intenso durante los Juicios de Nuremberg. Labatut nos lleva por un viaje de ciencia y científicos. Un poco de química, bastantes matemáticas y muchísima física en un viaje lleno de seres extraordinarios por su inteligencia, su extravagancia, su cabezonería y su perseverancia. Hombres, porque no aparecen mujeres, que se empeñaron en una idea o la idea de una idea y perseveraron hasta desentrañarla dejando todo por el camino. Algunos la familia, la pareja, la vida o la cordura. Sé que este libro ha gustado mucho, recibí varios comentarios cuando lo enseñé en Instagram, ha estado nominado a varios premios y es interesante, pero a mí me ha dejado un poco indiferente. Es posible que esto haya sido porque más de la mitad del libro está dedicado a la física, concretamente a la física cuántica y las luchas intelectuales que, a comienzos del siglo XX, tuvieron lugar entre Heisenberg, Schrödinger, Bohr y Einstein entre otros. Todos genios absolutos, inteligencias brillantes cuyo trabajo ha cambiado la historia de la ciencia y del mundo en el que vivimos, pero a mí la física es algo que me resulta incomprensible desde su nivel más básico. Jamás he conseguido que me interese ni siquiera cuando he tenido líos amorosos con físicos: ni aun por amor he conseguido entender la física. Dicho esto, la narración de Labatut es estupenda y aunque no entienda nada de átomos, dimensiones o electrones, ni sepa cómo se comporta una onda y cómo de diferente es de una masa, las vidas de los “personajes” que nos presentan son tan apasionantes como una novela de acción. (Labatut advierte al final del libro de que hay muchos pasajes de ficción, sobre todo en la segunda mitad del libro, aunque todo está basado en hechos reales) . Cuando estaba leyéndolo y, por si alguien tiene interés en este tipo de lecturas, me acordé de uno que me gustó muchísimo y que recomiendo encarecidamente: La edad de los prodigios, terror y belleza en el romanticismo, de Richard Holmes. Además, el epílogo de Labatut, que se titula «El jardinero nocturno», me ha recordado mucho a los Cuentos de la selva de Hector Quiroga que leí hace un mes.
No leí nada más en diciembre. Empecé Winter, del que ya he dicho todo lo que puedo decir sin que la gente empiece a llamarme plasta. Sigo con mis New Yorker atrasados: ahora mismo estoy leyendo el del 15 de noviembre. Pensé que durante las vacaciones conseguiría reducir la brecha para, por lo menos, llevar solo un mes de retraso, pero no me ha dado tiempo. Lo intentaré en enero, al mismo tiempo que intento reincorporarme a la rutina laboral sin caer en la desesperación o el cinismo, pienso en cómo celebrar los quince años de Cosas que (me) pasan y leo algún que otro libro para que esta sección, «Lecturas encadenadas», no desaparezca.
Creo que peco de ambición. Hasta los encadenados de enero.
Gracias y muy Feliz 2023.