Una de mis películas favoritas es En el estanque dorado. Me gusta la historia pero, sobre todo, me encanta la casa y la idea que transmite, es una casa que a través de los objetos y los trastos transmite toda una historia, en ellos se ven años de uso, de roce, de olvido. En esta casa, en Cicely, pasa lo mismo. Todo tiene una historia. Nada es nuevo ni lo fue cuando llegamos aquí.
Ahora mismo, mientras escribo esta carta, estoy sentada en una silla negra de enea igual a las otras cinco que rodean esta mesa. Cuando estas sillas llegaron a mi vida, en 1982, tres eran naranjas y tres eran negras. Te estarás preguntando qué tipo de psicópata soy para recordar el año en que vi por primera vez estas sillas y la respuesta es tranquilizadora: lo recuerdo porque es el año en que mis padres compraron la casa de Los Molinos, el año que nació mi hermano pequeño. Los anteriores dueños nos dejaron los muebles y, contrariamente a lo que haría ahora la mayoría de la gente, nos los quedamos todos. Nos los quedamos tanto que aquí están todavía, cuarenta y dos años después, una mesa de madera rectangular y seis sillas de enea ahora ya todas negras. En esta mesa fuimos una familia numerosa comiendo y cenando, fui adolescente, gritamos y nos reímos y nos enfadamos. Ahora ya no nos sentamos todos juntos en torno a ella porque en esta casa no cabemos pero los recuerdos que compartimos sí que siguen siendo comunes. Si levanto la vista, veo la mesa de delante del sofá que construyó mi hermano Borja con los restos de las vigas y maderas que compramos para construir el porche de la casa de Los Molinos. Por favor, date cuenta del maravilloso uso del plural mayestático: «compramos para construir». Yo no hice nada. Soy torpe en general con las manualidades, pero es que además los Many Manitas de mi casa, mi madre y mi hermano, me consideran un peligro público, así que en aquel proceso de construcción mi aportación debió de ser, como mucho, acercar martillos, recoger tornillos, barrer serrín. Un papel fundamental pero muy infravalorado. Lo que sí he hecho varias veces es barnizarlo cuando llega el verano: mi familia considera que el riesgo que corro subido a una escalera de dos metros de alto brocha en ristre es aceptable para mi torpeza natural.
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