El otro día escuché un episodio de un podcast. Stop. No puedo empezar una frase así porque ya es como decir el otro día respiré. Todos los días escucho algún episodio, así que esto no tiene sentido; pero bueno, al grano.
Hay un podcast maravilloso que se llama Heavyweight (solo en Spotify) al que recurro cuando estoy cansada de novedades, de buscar cosas nuevas, interesantes; cuando quiero algo seguro que sé que me va a hacer sentir cómoda y tranquila. La premisa del podcast es sencilla, como de programa de radio antiguo, casi de servicio público: La gente llama y cuenta una historia de su pasado que en su día le marcó y de la que le gustaría recuperar cierta información: volver a contactar con alguien, devolver una fotografía, dar las gracias,... cualquier cosa. La gente llama con las historias más peregrinas que se puedan imaginar. En el episodio titulado Dan (todos o casi todos tienen como título el nombre de la persona que llama a contar su historia) una periodista llamaba para contar cómo había conocido a su marido, Dan, en Tel Aviv y habían tenido una primera cita en un restaurante italiano de la ciudad. Durante la cena, como apenas se conocían, hablaron de sus familias y él le contó que apenas tenía relación con su padre pero que éste había sido el que había inventado los cereales rellenos (o algo así, algo relacionado con cereales). Dio la casualidad de que en la mesa de al lado había una pareja que, al escucharles, se acercó a decirles que eran vecinos del padre en Los Ángeles. Charlaron y se hicieron una foto. La periodista quería tratar de localizar a esa pareja y recuperar la foto de su primera cita. Si alguno está pensando que por qué no llamó directamente a su suegro, la respuesta es que el padre de su ahora marido, entonces novio, llevaba años sin relacionarse con él y quería recuperar la fotografía pero no querían saber nada del padre. Si esta historia os parece complicada, las hay muchísimo más: la última de la temporada, por ejemplo, implica hasta llamadas al Vaticano.
Con esa mínima premisa Jonathan Goldstein, el host del podcast, y su equipo de productores se ponen a trabajar para encontrar a esa persona o cerrar ese círculo; y en cada episodio van contando todo el proceso que, muchas veces, dura años.
¿A quién querría yo recuperar? ¿Qué historia me gustaría resolver? Llevo días dándole vueltas a esto porque creo que no me gustaría cerrar ninguna; no sé si quiero saber qué pasó con determinadas personas, dónde están, qué hicieron o si se acordarán de mí. No es que me importe, claro, pero imagino que localizan a alguien de mi pasado y ese alguien dice «ni me suena». Así que sí, sí me importa. Prefiero seguir creyendo que alguna de esas personas se acuerda de mí: mi ego necesita ese pequeño premio.
En cualquier caso, y haciendo trampas, pongamos que yo pudiera saber de esas personas pero por un agujerito, casi como si me dieran un dossier con esa información para que yo decidiera si contactaba o no. ¿A quién querría buscar?
Empezando por mi pasado más remoto, lo primero que se me ocurre es una compañera de mi clase que se fue a París cuando teníamos 10 u 11 años. Recuerdo que cuando fuimos a la capital francesa de viaje de fin de curso en 3º BUP contactamos con ella y nos pareció el colmo de la sofisticación y el estilo. Vivía en una calle maravillosa, en un enorme piso parisino con ventanales rasgados que llenaban las habitaciones de luz. Lo que más recuerdo, sin embargo, es que paseando por la ciudad y mientras esperábamos para cruzar una calle tiró un papel al suelo, en la zona de la calzada pegada al borde de la acera. La miré con horror y me dijo: «no seas cateta, por aquí corre agua justo para eso, para recoger lo que se tira». Yo le contesté: «ya, pero si no lo tiras no hay que recogerlo». Cada vez que he vuelto a París he recordado aquella conversación. Creo que durante un tiempo nos escribimos cartas. También me escribí durante años con una niña que se llamaba Belén Moreu y que llegó a mi clase con 10 u 11 años. Creo que era de Sitges, que ahora mismo no es un lugar exótico pero que por aquel entonces a mí me parecía lejanísimo. Creo que estuvo un año y luego volvió a Cataluña. Aún tengo las cartas guardadas. ¿Qué habrá sido de ella? Cierto año en Los Molinos apareció una pareja de hermanos, ella y él, que no sé de dónde salieron (catalanes, creo), ni cómo llegaron allí. De ella no recuerdo nada; de él que era alto y llevaba gafas y, por alguna extraña razón (a mí me parecía raro que con 15 años quisiera hablar conmigo porque yo era, amigos, un saco de inseguridades y no entendía que a alguien pareciera interesarle hablar conmigo cuando podía estar haciendo cualquier otra cosa mejor como mirar cómo le crecían las uñas), parecía disfrutar de mi compañía. Llegaron, pasaron el verano y se marcharon. Nunca más. El chico rubio de Irlanda, con los ojos azules, que me miraba. Me parecía guapísimo. Nos mirábamos en los recreativos donde pasábamos horas porque en un pequeño pueblo de Irlanda en los años 80 había que matar las horas como se pudiera. Creo que se llamaba Paul. Tres años intercambiando miradas. Cuando empecé la carrera me apunté a clases en el Liceo Francés. No me gustaba mucho, pero algo tenía que hacer por las mañanas. No recuerdo casi nada, solo a mi compañero de clase que, cuando salíamos y coincidíamos en el metro, me decía: «Ana, eres la queja que camina». Se llamaba Eliseo, era periodista en la agencia Efe y fan de Jethro Tull. Un francés guapísimo, con el que también ligué en Irlanda y era de Cognac: no sé más de él. ¿Conseguiría Goldstein localizarle? ¿Seguirá siendo tan guapo?
Cuando empecé a darle vueltas a la idea de este texto pensé que no se me ocurriría nadie de mi pasado para recuperar. Después los recuerdos empezaron a aflorar y, cada día, me asaltaba alguien nuevo, alguna imagen, un sonido, un día concreto. Pensé también que no sé si me atrevería a buscar a alguien de hace treinta, cuarenta años, ¿y si no se acordaban de mí? ¿Y si la realidad del presente destruía ese recuerdo tan especial o tan tonto convirtiendo a, por ejemplo, el galán francés en un votante de la extrema derecha? ¿Me atrevería a llamar a Heavyweight para pedir que removieran mi pasado?
¿En el fondo soy una cobarde? Hay que tener más valor del que yo tengo para irte de excursión a tu vida en un tiempo anterior.
En estas estaba, pensando en que no me atrevería y que debería escuchar con otra actitud la próxima temporada de Heavyweight, cuando me llegó este mensaje por instagram:
Hola Ana. He empezado a seguirte hace poquito. Me llegó un blog sobre la English, Comillas, que escribiste hace un huevo de tiempo, y la verdad, me descojoné, porque lo leí desde un punto de vista divertido y jocoso. La verdad es que ya tenías ese humor por los pasillos. Seguramente no te acuerdes de mí, pero hicimos un grupillo de algunos de esos años, porque hemos mantenido el contacto. La verdad, la única de Bilbao, yo. El resto madrileños. A Costi yo le perdí la pista y creo que ni se acordará de mí, pero alguno de estos les sigue, y nos mandó su foto actual de perfil. Se parece a Guardiola.Tengo una foto que atestigua que fuimos juntas, con tu prima. Yo solía ir con Eva, Sara, Pa, Helena (Valladolid), Miguel, Franchute, Manrique..Nos dio algo de cosa leer que no te acordabas de los nombres de los que allí estábamos, y Eva hasta tiene tu dedicatoria.!!Bueno, soy Patricia Velasco 1973. En aquella época Patty.
Soy la de rojo y una cinta roja en la cabeza.
Sorpresa total. Esto no lo había pensado. ¿Y si yo era la contactada por el pasado y no recordaba nada? Me reconozco en esta foto y tengo recuerdos de aquellos años de campamento pero no de la gente. Nadie en esta foto me resulta conocido, quizá ellos tampoco se reconozcan a sí mismos, pero eso no importa. De este mensaje surgido de las profundidades de Instagram me gustaron dos cosas: saber qué en algún momento de vida he causado una impresión en alguien tan impactante (para bien o para mal) como para que me recuerden casi cuarenta años después y saber que con doce años «ya tenías ese humor por los pasillos». Para algunas cosas valoro ser coherente.
Termino: Pensaba en si buscaría a alguien de mi pasado para saber qué es de su vida y se me ocurría gente que probablemente no se acuerde de mí sin darme cuenta, hasta que me llegó este mensaje, de que la situación podía ser al revés: que alguien me buscara a mí por la ilusión de encontrarme.
Quizás debería hacer un Heavyweight en español.
Pues si, nos acordamos de ti. Y cuando quieras te doy el nombre de la mayoría de los de la foto. Y si, a mi me encantaba tu humor, siempre crítico y socarrón. Creo que te lo pasaste bien corriendo hacia las duchas en chancletas y la toalla medio cayéndose mientras tapabamos el champú que se había caído unas cuantas veces en la carrera. Por cierto, yo también tengo tu dedicatoria en mi cuarto del 87.
Pues a mí me ha hecho gracia leer el post y ver que conozco a Patricia, pero del colegio.