«Una mañana de sábado más allí está sentada ante su ventana, escuchando la lluvia fina caer en un junio tan atípico que casi parece inglés».
En el desayuno he estado leyendo un artículo sobre el suspense. El suspense en la ficción y también en la vida real. ¿Qué es? ¿Cómo se construye? ¿Qué es lo que nos hace querer seguir leyendo a partir de una frase muy sencilla? Ha sido una lectura interesante. He aprendido que el término cliffhanger (que en español traduciríamos como «cebo» o «gancho» si siguiéramos traduciendo cosas), ese que aplicamos a cuando al finalizar una serie o un capítulo nos deja expectantes, esperando saber qué ha pasado, no viene de la literatura pulp como yo siempre había escuchado. Resulta que deriva de una escena de una novela de Thomas Hardy titulada A Pair of Blue Eyes, publicada por entregas entre 1872 y 1873. En ella hay una escena en la que el protagonista, Henry Knight, está paseando con su amada por el borde de unos acantilados en Cornualles cuando una ráfaga de viento inesperada le arranca el sombrero de la cabeza y se lo lleva volando. Él lo persigue con tanto tesón que no se da cuenta de que en un momento dado ya no hay suelo bajo sus pies y lo que le espera es una caída de 180 metros hasta el mar. La articulista, Kathryn Schulz, no recomienda la novela así que no sé si el bueno de Henry muere, como todo parece indicar, o se salva por algo milagroso o un golpe de suerte, pero me ha parecido maravilloso que el término cliffhanger empezara así, no siendo nada metafórico sino completamente literal. (Como les gusta a los jóvenes ahora, que todo para ellos es «literal»). Me ha gustado también que Schulz nos cuenta que la caída o no caída de Henry dura doce páginas, en las cuales Hardy nos cuenta cómo Henry ve incrustado en la pared frente a sus ojos un fósil de trilobites y a partir de ahí piensa en su propia muerte; no pasa ante sus propios ojos su vida sino también la de todos los seres vivos que han existido antes que él en el planeta. Esto me ha llamado la atención porque uno de mis episodios favoritos de podcasts, Finn and the Bell, narra la vida de Finn, un chaval de diecisiete años que se suicida sin que nadie entienda el porqué. Es un episodio tristísimo, como no podía ser de otra manera, pero en las más de veinte veces que lo he escuchado siempre me llama la atención cómo lo cuenta Tara, la madre de Finn. Ese día su hijo llegó a casa, saludó a sus padres y a su hermano que estaban en el salón. Hablaron de pedir comida y él dijo que no tenía hambre y subió a su cuarto. Cinco minutos después escucharon el disparo y los tres supieron lo que había ocurrido. Tara cuenta que se puso a gritar, se puso de pie y pensó que tenía que ir a avisar a su vecino que trabajaba de bombero voluntario y que él sabría qué hacer. Se puso las botas para salir fuera, una de Finn y otra de Lynn, su otro hijo, y salió a la nieve gritando. La nieve caía iluminada por la luz de las farolas y
«And I stopped screaming —I'd been screaming this whole way. And I looked up at that light. It was snowing, and it felt like there was no time, like at all. Like, and the whole life flashing before your eyes thing, I guess there was a part of that because I could see Finn at all of his ages all at once. All at once. And me all at once and, like, everybody I'd ever met all at once. I mean, it sounds so— but, like, you know, volcanoes and, like, dinosaurs and the Big Bang. Seasons, like, rapidly changing, you know? Like, me getting old without him. Him being old. Like ...»
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