El jueves estuve reunida con los arquitectos encargados de la reforma de Orbela. Me senté en la mesa, saqué mi cuaderno, cogí un lápiz y me dediqué a coger apuntes sin entender ni una palabra de lo que hablaban. De vez en cuando dejaba el lápiz, los miraba y, como andaban distraídos calculando estructuras y procesos constructivos, cogía un after eight para tratar de endulzar la avalancha de datos que me estaba sepultando.A pesar de todo la reunión fue bien incluso cuando mi tío, el arquitecto jefe, me definió con muchísimo criterio como «un cero a la izquierda» en cuanto a mi capacidad para decidir temas constructivos. Yo respondí que eso era una verdad como un templo, pero que tengo otros dones como por ejemplo... Me quedé en blanco y él dijo: «el manejo de la ironía». Agradecí muchísimo ese reconocimiento a uno de mis rasgos más emblemáticos, pero de escasísimo, por no decir nulo, valor para los meses que me quedan por delante de reforma de Orbela.
A las dos de la mañana me desvelé pensando en la casa y la reforma. ¿Mi casa tendrá mechinales? ¿Cómo los van a hacer? ¿Debería saberlo? ¿Qué es una llave de piedra?¿Debería saberlo? Me encantaría que tuviera algo que ver con cuentos, castillos y princesas. ¿Son las vigas en L mejor que las vigas en T? ¿Debería saberlo? Seguro que apear no tiene nada que ver con trenes, pero no tengo ni idea de lo que están hablando. Recordé frases: «Es una casa pequeña, pero la reforma tiene sus complicaciones». Cada nueva frase sonaba más cara que la anterior y cada nueva pregunta me sumía aún más en el pozo de las dudas. ¿Me habré equivocado al comprarme la casa? ¿Hice mal las cuentas? ¿Fui demasiado optimista? ¿Soy demasiado pesimista ahora? ¿Hay algo que se me está escapando y que puede hacer aún más profundo el pozo de las dudas?
Creo que todo el mundo tiene un pozo de las dudas. Así veo yo la vida pero, claro, a lo mejor solo es así la mía. Desde que era pequeña el pozo de las dudas me ha atraído como un imán; es como un pozo mágico en medio de un jardín al que me asomo sin saber muy bien qué esperar. Una vez que cedo a la tentación y me asomo a él, me succiona y acabo en una espiral terrible que pone toda mi existencia en peligro, todo lo que soy, lo que pienso, lo que he hecho y lo que he dejado de hacer. Todas mis certezas y seguridades. El jueves por la noche, el pozo de las dudas empezó a borbotear con dudas arquitectónicas, estructurales, decorativas e hipotecarias y de ahí derivó hacia las dudas más existenciales del tipo: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Era así como la imaginaba cuando tenía 17, 25 o 32 años? ¿En qué momento di un paso que la sacó de ese raíl y me trajo hasta aquí? ¿Estarán mis hijas bien cuando ya no tengan la casa en la que se han criado y tengan que crear recuerdos nuevos? ¿Qué pensarán cuando, dentro de meses o años, pasen por delante de nuestra antigua casa y vean las ventanas de sus cuartos? ¿Cómo se sentirán? ¿Cómo me sentiré yo? ¿Me odiarán? ¿Estoy dándole demasiadas vueltas y proyectando escenarios catastróficos que no tienen por qué pasar? ¿Soy egoísta? ¿Tengo que cortarme el pelo? Cuando salgo a pasear con mi madre, las dos con el pelo blanco y largo, enfundadas en nuestros chaquetones negros, ¿pensará la gente que somos hermanas? ¿Parecemos Sofía y Dorothy de Las chicas de oro? ¿El destino es tan cabrón como para hacer que, de verdad, cada vez me parezca físicamente más a mi madre? ¿Me pareceré en algo más? ¿Hasta cuándo le durará la increíble salud de la que disfruta ella? ¿Llegará a los noventa? ¿Llegaré yo, para así poder disfrutar mi casa durante casi cuarenta años más? Cuarenta años más. ¿Seguirá el mundo existiendo entonces? ¿Dejará Trump que el mundo dure tanto? ¿Y si antes de eso llega otra crisis económica y me quedo sin trabajo? ¿Cuántas crisis económicas se pueden vivir en una vida? ¿Son inevitables? ¿Alguien las controla? ¿Debería haber estudiado Económicas, como quería mi padre? Lo que puede pasar ahora, lo que a lo mejor pasa, ¿se parecerá a lo que pasamos hace cinco años? ¿Dónde está todo aquel miedo que sentí entonces, tal día como hoy, mientras estaba exactamente en el mismo sitio y con la misma compañía? ¿Por qué se nos olvida el miedo a perderlo todo en cuanto se aleja un poco y volvemos a vivir en la absurda y falsa sensación de seguridad? ¿Se puede vivir en el miedo constante o es mejor vivir como si nunca fuera a pasar nada? ¿Pongo muebles arriba y abajo en la cocina o solo en la parte de abajo para que no sea agobiante? ¿Aguantará la cubierta o descubriré a mitad de la obra que también tengo que cambiarla entera? ¿Qué maleta me llevo a Milán? ¿Debo parecer una ejecutiva respetable o como soy la persona más mayor del evento puedo ponerme lo que quiera y resultar excéntrica? ¿Me dejo crecer el pelo hasta que me dé para hacerme dos trenzas? ¿Te puedes hacer dos trenzas con el pelo blanco? ¿Todo lo que se me cae el pelo es normal? ¿A todo el mundo se le cae como a mí pero el mío se ve más por ser blanco? ¿Me favorece el azul marino o mejor negro? ¿Llevo bien preparadas mis intervenciones? ¿Debería ensayarlas más? ¿Cuándo voy a preparar mi charla en Vitoria? ¿Seré yo la primera de mis hermanos en morir? ¿Seré la última? ¿Qué se siente al perder un hermano? ¿Debería hacer testamento ya o esperar? Esperar ¿a qué? Me puedo morir mañana. ¿Llegará Bruce vivo el 21 de junio al concierto en San Sebastián para el que me han regalado entradas? ¿Podré ir yo o me surgirá un problema que hará imposible que vaya? Y si no puedo ir, ¿qué hago con la entrada? ¿A esas alturas del año habrá empezado la obra? ¿Habremos vendido la otra casa? ¿Cómo organizo una mudanza a tres sitios diferentes? ¿Quiero el sofá o prefiero el aparador del comedor? ¿Todo esto me dará otro pico de ansiedad? ¿Hay algún momento en la vida en el que, de verdad, uno esté tranquilo? ¿Me querrán mis hijas cuando ellas tengan 50 y yo 80? ¿Se parecerán a mí y lo lamentarán? ¿Podré encontrar una hipoteca a 1,9? ¿Dónde coloco el microondas en la cocina nueva? ¿Y si no pongo lavaplatos? ¿Estaré dentro de un año viviendo allí?
¿En algún momento el pozo de las dudas se seca?
¿Aprenderé a dejar de atraerme por él?
Que alguien me diga que todo va a ir bien, cierre la tapa del pozo y me aleje de él una temporada porque ahora mismo me veo con medio cuerpo metido dentro del brocal mientras las dudas van creciendo, atrapan mis brazos y tiran de mí hacia abajo.
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Mira, seguro que todo irá bien, pero es cierto que no lo sabemos, a mí mi psicóloga me dice que no me empeñe en hacer macedonia, mi ansiedad no me dejará, así que fruta a fruta, ahora pera, luego manzana y asi. Luego el aquí y ahora, no nos queda otra.
Pon lavaplatos Moli.
Nunca le habría encontrado un nombre tan acertado al pensamiento catastrófico que me acompaña en la vida.
El pozo te quiere tragar. No te dejes.
Esa casa es una preciosidad y todo irá bien. Y si no va bien, no pasará nada ❤️