
Hoy, para empezar el año he salido a pasear. Tenía pensado quedarme en casa en pijama leyendo mientras escuchaba de fondo el Concierto de Año Nuevo, pero tenía que sacar a pasear a Luga, la perra de mi hermano. Si tuviera tiempo escribiría un libro sobre la forma de pasear de cada perro: cada uno tiene la suya, supongo que como los humanos. A Turbón le gustaba pararse cada medio metro a olisquear todo, reconocía el terreno por el olfato y no por la vista, había que arrastrarlo porque era capaz de quedarse minutos y minutos con la nariz pegada a una hierba. Tuca iba atenta a todo lo que ocurría a su alrededor, oteando el paisaje como si pensara «mientras mi hermano está aquí distraído, por allí puede llegar un peligro y alguien tiene que estar alerta». Y a Luga lo que le gusta es morder su correa. Eso es lo que más le gusta. Lo que ella quiere es llevarse a sí misma. Es un poco coñazo al principio pero, si no te rindes, al cabo de un rato se da cuenta de que morder la correa es muy poco emocionante y se le pasa. Hace años que en este paseo del primer día del año no hay nieve; recuerdo uno de estos paseos que hice con mi madre y unos amigos suyos, había nevado tanto que nos hundíamos hasta las rodillas. El amigo de mi madre, con su bastón, escribió CULO en la nieve y, desde entonces, cuando nieva salgo y escribo CULO.
«Existe algo así como el mundo perfecto del invierno. Un paisaje totalmente nevado a la luz del sol. Casas de madera y pintorescos campanarios. Un trineo tirado por caballos y, con un poco de suerte, la posibilidad de escuchar el tenue goteo de la nieve. Todo parece ordenado y limpio. El manto blanco y liso moldeado por el viento se posa sobre todo lo que normalmente se halla en movimiento. El tiempo parece detenerse.» (Bernd Brunner: Cuando los inviernos eran inviernos)
El primer día del año me recibe con nubes. Son nubes de norte y están pegadas a Siete Picos, a la Bola del Mundo, a Montón de Trigo y a La Peñota. No me van a traer lluvia, ni nieve, porque cuando vienen de norte no significan nada más que al otro lado de la montaña puede que llueva o haya mucha niebla, pero aquí no. En cualquier caso agradezco las nubes que me sacan de la monotonía del aburrido azul. Durante el paseo nos encontramos a una familia en bici, una señora con un perrito, un señor a caballo que, por supuesto, a Luga le provoca muchísima curiosidad aunque no tanta como la manada de caballos sueltos que nos encontramos un poco más adelante. Veo también, creo que por primera vez en mi vida, un rebaño de ovejas tumbado al sol sin moverse. Cuento tres pequeños corderitos. A Luga le son indiferentes.
Durante el paseo se me ocurren muchas ideas para escribir, así que pruebo un par de aplicaciones que hace meses que tengo descargadas en el móvil. Aplicaciones para grabar un audio y que automáticamente lo transcriben. Una me convence bastante, la otra no me convence nada; grabo cuatro mensajes que desaparecen de la aplicación sin que sea capaz de encontrarlas. Voy a hacer una prueba estos días para ver si alguna me convence tanto como para usarla de manera continuada. Las mejores ideas se me ocurren cuando voy caminando. Estoy pensando también en cambiar un hábito que comencé hace diecinueve años y es dejar de copiar en un cuaderno las citas que me gustan de lo que leo y tratar de hacerlo de manera digital. Escuchando un episodio de The Daily descubro que uno de sus críticos literarios lleva uno de estos “commonplace book”, un archivo digital en el que apunta las citas de lo que lee en un año. Por un lado me parece más práctico y me permitiría tener todo ese conocimiento ordenado para poder utilizarlo de alguna manera (todavía no sé cuál) pero, por otro, sé que tenerlo de manera digital no es igual que escribir a mano con pluma y tinta. No me decido.
“If you are feeling cynical, take fifteen minutes and collect moments of moral beauty”
Escucho esta frase en otro episodio de The Daily lleno de consejos. ¿Qué es “moral beauty”?, pregunta la presentadora. Y menos mal, porque yo tampoco sé que es la belleza moral. Resulta que son momentos «bonitos», no tienen por qué ser grandes ni espectaculares. Cosas como llegar a casa y que tus hijas hayan recogido la ropa tendida o que alguien aguante la puerta del ascensor por ti o que el funcionario de Correos sea majete cuando vas a echar veinticinco cartas. Me parece un buen consejo, pero dado que yo me siento muy cínica veinte de las veinticuatro horas del día tendría que pasar mucho más de quince minutos pensando en bellezas morales para compensar tanto cinismo.
«Todo es temporal» cuenta como consejo otra oyente del podcast. Asiento con la cabeza mientras ella sigue explicando: «esto lo aprendí el día que mi marido bajó a desayunar y me dijo “tengo que pedirte perdón porque te he tratado mal, he conocido a otra persona, me he enamorado y me voy de casa”, cogió sus llaves y su coche y se marchó. Llevábamos casados treinta y cuatro años y yo pensaba que los dos éramos felices, pero resulta que solo lo era yo. Mi matrimonio también era temporal». Quiero conocer a esta mujer que, imagino, decidió dejar ese mensaje para el podcast en un momento de impulsividad y no sé si al escucharse se habrá arrepentido. Eso sí, ojalá lo haya escuchado el marido.
«Cuando alguien te dé las gracias, contesta “de nada”», aconseja Michael, que vive en Amsterdam. “What other people think of you, it’s not of your business”, escucho en la voz de una mujer que está claro sabe muchísimo.
Las nubes no han traído lluvia pero al menos ha hecho frío y no me ha sobrado el gorro. Me gusto con gorro.
«Cuando te pintes los labios reparte el pintalabios con los dedos, eso te dará un aspecto más jugoso y más color. Por lo visto así lo hacen las mujeres francesas». Llego a casa decidida a probar este consejo de una mujer que vive en Toronto y que encaja con el propósito del que hablaba ayer para el 2025: aprender a pintarme los labios bien.
“Practice makes better” es el consejo de una mujer que toca la trompa. ¿Escribir de manera diaria me hará mejor escritora?
Luga entra en casa saltando directa a tumbarse al sol delante de la puerta de la cocina.
Ojalá haber podido escribir CULO.
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“What other people think of you, it’s not of your business”… totalmente de acuerdo esta señora es muy muy lista y mayor… A ésto se llega cuando empiezas a pintar canas y te empieza a resbalar casi todo.
Por cierto, me encantas con gorro. Yo estoy pa’matarme.
Ya eres una magnífica escritora (porque lo escribes es honesto y sincero, y no deja indiferente lo que toca).