Como esta noche vienen los Reyes he creado una oferta QUE VIENEN LOS REYES con un 15% de descuento para la suscripción anual. Estará activa hasta mañana. Si te suscribes tienes acceso a la newsletter extra cada mes, al despelleje, al chat y al club de escucha. Si quieres darte el capricho y presumir de ser fundador, además de todo esto tendrás cartas manuscritas, tarjetones molones y lo que se me ocurre.
Hoy ha amanecido nublado. Todo es mentira en la frase anterior. No sé cómo ha amanecido porque me he levantado a las nueve y media de la mañana, después de nueve increíbles horas de sueño. Aclaro que no es que haya dormido nueve horas del tirón: si ese hecho inaudito hubiera ocurrido, habría abierto la ventana de mi cuarto y con bastante probabilidad me hubiera puesto a cantar o algo así. He dormido siete horas del tirón, que es una marca personal muy satisfactoria, me he despertado, me he puesto este episodio de Throughline que, atención, habla de la colonia Álvarez Gómez, y me he dormido dos horas más. Todas las vacaciones he estado pensando en madrugar, pero mi cuerpo, con buenísimo criterio, se ha negado a ello. A lo que iba: no sé cómo ha amanecido porque estaba durmiendo. A las nueve y pico de la mañana cuando he abierto la ventana de mi cuarto, sin cantar, había nubes bajas sobre las montañas, pero nada más. Veinticinco minutos después, los que he tardado en hacer el ejercicio del día, la niebla llegaba al suelo.
Después de volver de algunos recados he rebuscado en el archivo del blog porque sabía que había escrito sobre la niebla. Fue justo hace once años, en lo peor de mi depresión. Recuerdo aquel enero. Además de la depresión pillé una sinusitis tan terrorífica que quise arrancarme la cara de dolor. Me leo y veo lo tristísima que estaba, triste más allá de las palabras.
La niebla destruye y crea. Todo lo que sé que hay ahí fuera desaparece y se destruye al caer la niebla. Si no lo veo no existe. No hay nada más que esa blancura gris. Según avanzo y consigo ver algo, lo creo de la nada; surge como por sorpresa porque no lo veo acercarse, no camino hacia ello, no puedo anticiparlo, sencillamente aparece y lo creo de nuevo. Incluso lo conocido y familiar se ve de una manera distinta, lo veo más como es, porque no me ha dado tiempo a imaginarlo. El único sitio seguro en la niebla es aquel en el que estás. La única manera de salir de ella es avanzando.
Pobre Ana de 2014.
Por la tarde leo en la newsletter de Austin Kleon las cien cosas chulas que le han gustado de 2024. Kleon lleva una vida bastante estupenda, es escritor, se pasa el día leyendo y uniendo hilos: cosas que ha leído con películas que ha visto, música que ha escuchado, artículos que guarda y sus cuadernos, escribe muchísimos cuadernos. Vive en Austin, que a mí me parece un sitio bastante regular para vivir, pero parece razonablemente feliz y contento con su vida. Iba repasando su lista y, de repente, he llegado a la cosa número 41:
Pobre Austin de 2025. Si viviera en Vicálvaro no tendría ese problema. ¿Cómo es de triste que una de las cosas que han hecho tu año sea el alivio que sientes los viernes porque a tus hijos no les ha pasado nada en el colegio en toda la semana? Vamos, no ha llegado un chalado con un arma y ha montado un tiroteo. Casi más triste que Ana de 2014.
Esta es la última entrada del cuaderno de vacaciones de invierno. Mañana, hoy cuando leas esto, vienen los Reyes y esta casa se llenará de gente. Llegarán mis hijas, mis hermanos, mis cuñados, mis sobrinos, comeremos canelones de pularda que sobró en Nochevieja y que yo prepararé cuando tú estés leyendo esta carta y, por la tarde, bajaremos a la cabalgata. Lloverá y hará frío, pero en Los Molinos los Reyes suben por una escalera de mano al balcón del Ayuntamiento y es un momento de tanta tensión y tanta risa que intentamos no perdérnoslo. Después volveremos a casa, cenaremos algo rápido (sopa y sandwiches) y empezaremos el ritual de cada año. Subir al piso de arriba, abrir unos maleteros gigantes en los que quepo yo de pie y sacar de aquí los sacos de café que mi padre consiguió de algún sitio hace más de treinta años y en los que pintó el nombre de cada uno: Mamá, Papá, Ana, Borja, Gonzalo y Elena. Entonces solo éramos seis. Ahora, todos los demás, otros ocho tienen también sus sacos con sus nombres. Los colocaremos mientras cantamos «Niños buenos, niños buenos… juguetes les traerán... Niños malos, niños malos, carbones les traerán» y pondremos encima nuestros zapatos. Será cansado, será ruidoso, con casi total seguridad nos pelearemos en algún momento, pero es nuestra tradición y nos encanta.
Este año he sido buenísima, así que confío en ver mi saco lleno.
Muchas gracias por leer este Cuaderno de vacaciones de invierno. Ha sido divertido y ha sido reconfortante. Me servirá para recordar que el año que viene también tengo que guardar días para cogerme dos semanas de vacaciones en Navidad y poder disfrutar de este tiempo tranquilo, acolchado y lujuriosamente placentero en su lentitud.
Gracias.
Creo que te gusta leer Cosas que (me) pasan. ¿Has pensando en suscribirte? Me encantaría que lo hicieras y te lo agradecería infinito. Tendrías acceso a este despelleje y a todos los demás, al club de escucha y al chat. La próxima sesión del club es el 19 de enero y en el chat estoy compartiendo cosas de Orbela. Si, además, te haces miembro fundador, piénsalo ¿cuándo has sido fundador de algo?, hasta recibirás una carta manuscrita y varias tarjetas necesarias para tu vida con frases como “Me quiero ir a casa a leer” o “Desde tan abajo no explico”. ¿Cuándo fue la última vez que abriste el buzón y había una carta para ti?
Gracias por tu diario Ana. Haces que lo cotidiano sea extraordinario, has sido mi oasis de paz en este torbellino Navideño del que cada año estoy más cansada ☺️
Aquí (Francia) han llegado un dia antes, que mañana no es fiesta. Así que esta mañana hemos abierto nuestros regalos y luego he hecho chocolate con roscón para desayunar. Que rico estaba!