Prometían tormentas y mucha lluvia y se quedó en tormenta, algo de lluvia y cielos nublados. Por primera vez hemos dormido tapados. Me desperté más pronto y me puse a escuchar el cuarto episodio de In the Dark: los últimos veinte minutos me los dormí cinco o seis veces y prometí no levantarme hasta haberlos escuchado. Me dieron las diez. Por un momento pensé: ¡pero qué vergüenza, la mañana perdida! Luego se me pasó: estoy de vacaciones, puedo quedarme en la cama hasta la hora que quiera o me apetezca porque eso no es perder el tiempo, es disfrutarlo. Con una lluvia fina y el cielo encapotado fuimos a dar un paseo, bajar al pueblo grande que está a una hora andando a comprar las cuatro cosas que nos hacían falta: aceite, pimienta negra, macarrones, tomate frito y limpia placas. Una compra que podría parecer de adolescentes en un viaje a un festival si no fuera por el vitroclen que coloca la compra justo en nuestro rango de edad. En los pasillos del colmado me acordé de Ruth Ann y la tienda de Cicely: ¿me gustaría trabajar aquí? Tuve el mismo pensamiento el día anterior en la oficina de Correos. Pensé: «joder, qué guay trabajar aquí, de 8:30 a 14:30, tranquilamente en esta oficina, con vistas a la plaza del pueblo, fresquito en verano y con calefacción en invierno mientras fuera cae la nieve». Es verdad que en la oficina de Correos había 3 ó 4 carteros desquiciados colocando paquetes, casi todos de Amazon, y que la encargada me dijo que el Valle estaba lleno. No niego que me sentí un poquito moralmente superior porque yo iba a echar tres cartas para el extranjero. Pensé también que dentro de dos semanas el valle volverá a estar vacío y a lo mejor, entonces, esos carteros se pelean por repartir los tres paquetes que lleguen. Si viviera aquí creo que tendría un apartado de Correos, como un personaje de Highsmith, para bajar, si no cada día, cada dos, a por las cartas o lo que fuera que me llegara. Así me obligaría a moverme, porque me conozco y podría pasarme, sin problema, una semana sin salir de Cicely para nada. Ya sé, ya sé, que todo esto es idealización y blablablabla... pero seguro que hay gente que idealiza mi trabajo y, en cualquier caso, el paisaje y las montañas y el tiempo no lo idealizo: lo conozco bien. En el pueblo grande nos hemos encontrado con Antonio: le vemos todos los días a todas horas, porque su huerto se ve desde nuestra ventana, pero encontrarnos en otro sitio, fuera del pueblo, le hace muchísima ilusión. Se alegra como si hiciera semanas que no nos ve. Le sorprende que hayamos bajado andando, él no se baja del coche nunca.
– Para ser del valle qué poco te gustan las montañas.
– Sí, yo aquí solo bajaba andando de joven, cuando tenía una novia. Bajaba corriendo para estar con ella un rato y volver a casa rápidamente antes de que mi padre se diera cuenta y me «corriera».
Cuando volvíamos iba pensando en este cuaderno y en qué escribir hoy. Cuando me siento ambiciosa, tanto que estoy fuera de la realidad, pienso en cómo me gustaría escribir unos diarios como los de Plá, Kafka, Highsmith, Durrell o, por lo menos, como Elvida Lindo. Recuerdo sus Tinto de verano, esas crónicas de sus veranos en Collado Mediano. Me gustaría tener cada día una reflexión, si no espectacular, al menos ingeniosa, interesante, ¿curiosa? No lo consigo, claro. Quizás necesitaría más talento, más tiempo, distraerme menos con el teléfono, apuntar todo lo que se me ocurre y no confiar en «luego me acuerdo». He llegado a casa sin saber qué iba a contar hoy.
Las tardes aquí se parecen todas. Si no estamos triscando por la montaña, comemos tarde viendo las no-noticias «como un matrimonio mayor» y luego nos tumbamos en el sofá a «no dormir». El plan es dejar pasar la tarde, que las horas discurran, resbalen sin planes. Estoy terminando de ver Doctor en Alaska: me quedan dos episodios y no sé si quiero verlos o dejarlos ahí, sabiendo que los tengo pero si decidirme para que no se me acabe. Luego cojo el libro, leo, me quedo dormida. Como esta semana el pueblo se ha llenado de gente (a lo mejor estamos 30 ó 40), me despierta la gente pasando por delante de nuestra ventana y abro un ojo para mirar la hora en el reloj que tenemos encima de la puerta de la cocina. 18:35. Vuelvo a coger el libro y vuelvo a quedarme dormida.
Cuando la luz que entra por la ventana empieza a ser dorada, poco a poco el pueblo se va apagando, a los niños en bici les llaman para que vuelvan a casa a cenar y nosotros salimos al mirador, a ver apagarse el día. Hoy hemos subido con una botella de vino y dos copas, como si fuéramos franceses. Nos quedamos en el banco hasta que se hace de noche y después volvemos a casa a cenar y ver una peli. Antes de ayer fue Blue Velvet, que no era para nada como me la esperaba.
En algún momento del día me siento a escribir este cuaderno de vacaciones que va sobre nada, sobre lo que (me) pasa o siento o pienso o veo o escucho en estos días sin obligaciones. Un cuaderno de tranquilidad.
P.S: In the dark es el mejor podcast periodístico de investigación que se hace hoy en día. La tercera temporada que están lanzando ahora es impresionante, te deja sin palabras.
Para leer todas las entradas del Cuaderno de vacaciones 2024.
Gracias por leerme. Creo que te gusta leer Cosas que (me) pasan. ¿Sabes que puedes suscribirte para apoyar lo que hago, recibir el contenido extra y participar en El club de Podcasts encadenados y en el chat? Me encantaría que lo hicieras y te lo agradecería infinito. Si, además, te haces miembro fundador, piénsalo ¿cuándo has sido fundador de algo?, hasta te recibirás una carta manuscrita. ¿Cuándo fue la última vez que abriste el buzón y había una carta para ti?
Tus diarios no tienen nada que envidiar a esos que citas, contar esas cosas que (te) pasan cada día por aquí es un regalo para tus lectores, que creo somos unos cuantos, por algo será!
Si leería tu cuaderno sin saber que lo has escrito tú, reconocería tu estilo, sabría que te pertenece… lo he pensado más de una vez !