Antes de irnos
Hay solo dos maneras de que algo, lo que sea, se termine: por sorpresa o sabiéndolo con antelación. Esto que es obvio no lo había pensado hasta hace unos días , cuando escuche Before we go, el último episodio del podcast experimental The 11th. Durante un año, el día 11 de cada mes, han soltado un episodio diferente. Cada mes un ensayo sonoro con un tema, un formato, una voz. Algunos maravillosos, otros simplemente correctos pero todos buenos. Eso sí, han rozado el cielo de la narrativa sonora con Before we go, su episodio final. Es una de las mejores despedidas a las que he asistido nunca. Los creadores del show se enfrentaban a su último episodio sabiendo que lo era y querían transmitir esa sensación que deja algo que se termina, que hay que cerrar y dejar atrás, algo a lo que no vas a poder volver: un adiós absoluto y se preguntan: ¿Cómo te enfrentas a un adiós?
«Cuando termino algo siempre me hago algo en el pelo, me cambio el look, me lo corto, me lo tiño, me lo dejo largo, algo diferente que marque un final y un inicio» dice uno. «Es una sensación extraña, un sentimiento peculiar el que tengo cuando algo que he disfrutado se termina y se transmite a mi cara. De pequeña, mi padre siempre me decía, cuando me veía así: ¿ya estás otra vez sintiéndote rara?» «Yo me tumbo en el suelo un par de horas y pienso en que se ha terminado, que ya no habrá más». El episodio incluye también otra historia de un final que no quiero revelar aquí porque no la contaría bien y porque hay que escucharla. El episodio me gustó tanto que lo reescuché ayer y sigo dándole vueltas al tema de los finales y los adioses. Como decía al principio las cosas se terminan o por sorpresa o con un aviso. En tu vida habrá veces que sabrás que ese momento es el último de algo y otras en las que no lo sabrás hasta tiempo después. Habrá momentos en los que te levantes sabiendo que ese día se termina algo: una vida, una relación, un viaje, un trabajo, una amistad y otros en los que ese final te golpeará en la frente, por sorpresa, noqueándote. No hay más tipos de finales, o lo son por amputación o por putrefacción. ¿Cómo decidimos despedirnos de algo que se acaba?
Los finales que llegan por sorpresa, sin esperarlo, no hay manera de decidir como afrontarlos, se hace a las bravas, como buenamente puedes, boqueando como pez, braceando para no hundirte o quién sabe, con filosofía y en plan: pues mira, casi mejor. Sobre los finales que decidimos, que conocemos, que planeamos, aquellos de los que somos conscientes ¿Qué hacemos con ellos? Podemos negarnos a su realidad y afrontarlos como si no fueran a suceder, comportarnos como si todo fuera a seguir igual, como si a pesar de saber que aquello ha llegado a su fin, esa última vez fuera a ser como todas las demás. Que la ocasión, el día, el momento no sea diferente ni especial ni el último, que sea uno más. Esta opción deja para el día siguiente la carga emocional del adiós. Ese último momento puede haberse vivido como uno más pero al día siguiente la realidad del nunca más será inevitable y tendrás una sensación peculiar, incómoda, diría yo. Si por el contrario decidimos que esa última vez quede registrada como última, como diferente pondremos todo el peso en ese momento. Esta es la última vez que, el último día que. El peso emocional de ese adiós cae en ese momento, ¿tiene que ser especial porque es el último? ¿tiene que quedar marcado como diferente a todos los demás? ¿Por qué? La carga del adiós, el peso mental del nunca más se centrará en ese momento y al día siguiente quizá te sientas hasta liberado. Raro, extraño, pero con los deberes hechos.
No sé cual es mejor solución, ni siquiera se si hay una solución para una última vez. Nos cuesta la vida asumir que algo se ha terminado, lo que sea: una amistad, una vida, una relación, un sueño. (Un trabajo cuesta menos si lo dejas porque te vas). Todos los finales dan vértigo y provocan zozobra. ¿Cómo será mi vida sin? Algunos, los que dan por cerrado una etapa bonita de tu vida, ya sea larga o corta, nos hacen sentir tristes y nostálgicos. A veces, incluso, nos sentimos culpables, «¿aproveché bien aquellos momentos?» Todo ese batiburrillo emocional nos lleva a decirnos cosas como: nunca se sabe, a lo mejor volvemos, regresaré a ese lugar, nos encontraremos de nuevo...Los finales que terminan algo malo tampoco nos dejan como un lago en calma, entonces nos recriminamos no haberlo hecho antes. Nos cuesta la vida decir: se terminó, se acabó, esto es todo amigos. Antes de por decidirlo o asumirlo y después de por la ausencia, la falta, el hueco.
No tengo mucho más que decir sobre esto, llevo horas esperando que se me ocurra un final redondo a este post. No lo encuentro, así que lo dejo aquí y voy a tumbarme en el suelo, en cuanto le de a publicar algo se me ocurrirá. Este blog no se termina nunca.